lunes, 21 de julio de 2014

Palestinos e israelíes, juntos en la nueva calesita


La sangre venía de a borbotones y sin cauce, y ahora es un arroyo sereno de apenas sierra que no tiene ni un fin. Me estaré volviendo viejo que estoy sencillo, no me remuerde lo que no pasó y me conmueve el girar de una nueva calesita en el barrio. Siento que lo mínimo es lo importante, me aturde el desconsuelo de lo que no existió y soy leve música que fluye sin parlante. Qué me estará pasando que no pido muerte ya a los israelíes que matan tanto niño palestino, que no vuelvo a condenar al sistema que me quitó de Sida tantos hermanos.
Estoy elevándome, creo que son los años. Pero por quien sea, entiendan y tengan piedad, sin Torah, ni Corán, ni Biblia, basta de muertes, basta de de humanidad despedazada. Se imaginan una nueva calesita con un niño palestino subido a un caballo, un israelí a un auto, un niño cristiano buscando la sortija, y así, que el calesitero no tenga religión y sea feliz desparramando alegría sin saber quién comulga qué, si hay oración de tarde o al amanecer, si hay Dios o no. La tierra es de la Tierra, todos tienen derecho a subirse a su calesita.
Si el mundo se obstina en ser cruel, silbaré y cantaré con el aire que me queda…