domingo, 31 de octubre de 2010

Néstor

Gustavo, mi primo, con otros 29.999 mil desaparecidos, están recibiendo a Néstor con los honores del cielo.

martes, 26 de octubre de 2010

Mariano Ferreyra

Rompieron de nuevo el amanecer. No hay excusa: somos la inferior escala animal. Pero Mariano quería escapar de la vulgaridad de su especie, y no lo dejó una turba mustia en su última degradación. Mariano tenía 23 años, una edad sospechada por el poder humanoide. Ese poder cuyo corazón gotea herrumbre, músculos mecánicos que sólo bombean lastimosas ambiciones hechas de eructo y metal.
Es que Mariano era distinto y se le notaba en su muerte de barba hacia el cielo como el Che, como Santillán, como tanta excepción que nos confirma la humanidad desecha. Era distinto Mariano porque indagaba, estudiaba, acariciaba su músculo cerebral con la suavidad de las páginas de un libro, porque luchaba y era solidario por nada. No esperaba pago ni ubicación, y muchos menos que le ataran las ansias por un soborno salarial. Los vertebrados con columnas de infectos no toleran a los Marianos, a los jóvenes, a la insolencia de la justicia. El poder no puede querer. Está hecho para la acumulación y la vergüenza del resto. Hubo una época de raros ejemplares de la especie que quisieron sublevarse. Como Mariano, fueron asesinados de a miles. Y la muerte sigue de ronda en los suburbios de la fiesta, porque hay que matar y condenar a los niños que se atreven con las migajas.
Mientras tanto esta rara vida sigue, con los ricos y su corte engordando, su poder apaleando, y la madre tierra desesperada que se pregunta por qué no son los animales superiores su protección.
Mariano Ferreyra: los perros, algunos gatos, y sus mayores felinos, leones, hermanos equinos, peces de toda estirpe, invertebrados, los que abundan en sus patas, y se sienten ejemplares bien alejados de los que se dicen dueños de la razón, te estamos recibiendo…

sábado, 23 de octubre de 2010

A Madres y Abuelas de Plaza de Mayo

Habrán sido hijos en la niebla, ese mundo inconcluso de los que pudieron ser. Sus padres estaban de planes, festejando al primogénito ya soñaban al hermano. Ellos tenían llamas en las pupilas y sus rostros eran porcelanas relucientes. La secuencia era la pasión por desmenuzar instantes. Repetían incesantemente las palabras justicia y verdad. Salieron a enfrentar al monstruo con las migajas del festín. Los mataron a veces abrazados, y otras veces de a uno jurando lealtad. Y los más chicos se quedaron por ahí, con suerte en la casa, con menos suerte por ahí. Hasta que llegaron ellas, mujeres eternas de pañuelos blancos parándose de frente ante la muerte negra. Y les pusieron piedras, y las mataron de bala y de dolor, pero siguieron buscando a los herederos de la gloria de seguir en vida, en esta vida. Se les vinieron los niños, niños grandes y más de cien, después del colmo de recobrar el sendero de migas que la espiga amiga les simuló.
Aún sobrevuelan cuervos sobre los pañuelos, siglo nuevo y sobrevuelan, ajados, patéticos, casi en coma, pero sobrevuelan. Faltan más hijos y nietos, faltan de nosotros, de los nuestros, para jugar en la plaza con juegos y palomas, para tener todas las caras nuevas de porcelana, para dejar de jugar con los muertos.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Censarte (con pequeñas correcciones)

Quiero censarte. Preguntarte por ejemplo qué capacidad tiene tu corazón para el olvido,
y si alguien alguna vez tuvo la ocurrencia de dejarte.
Preguntarte si has aprendido a escuchar las palabras enamoradas,
y si llevas la cuenta de suspiros de tus soñadores ambulantes.
Censarte para que me cuentes los colores de tu alma, los dientes de tu boca sofocante
y si has estudiado la antropología angelical de tu espalda.
Dirás a qué familia pertenecen esas mariposas que pestañean en tus ojos,
y a qué clase corresponde el hombre que conoce el talle de tu falda.
Deberás decirme la calidez de tus ambientes, si conviven contigo ilusiones florecientes o si te llegan abundantes facturas de fatiga.
Hagamos un censo con consenso. Entonces me abres la puerta con tu risa, me sirves tus perfumes en bandeja, y así completo la felicidad en mi planilla.

martes, 19 de octubre de 2010

Censarte

Quiero censarte. Preguntarte por ejemplo qué capacidad tiene tu corazón para el olvido,
y si alguien alguna vez tuvo la ocurrencia de dejarte.
Preguntarte si has aprendido a escuchar las palabras enamoradas,
y si llevas la cuenta de suspiros de tus soñadores ambulantes.
Censarte para que me cuentes los colores de tu alma, los dientes de tu boca sofocante
y si has estudiado la antropología angelical de tu espalda.
Dirás a qué familia pertenecen esas mariposas que pestañean en tus ojos,
y a qué clase corresponde el hombre que conoce el talle de tu falda.
Deberás decirme la calidez de tus ambientes, si conviven contigo ilusiones florecientes o si te llegan abundantes facturas de fatiga.
Hagamos un censo con consenso. Entonces me abres la puerta con tu risa, me sirves tus perfumes en bandeja, y así completo la felicidad en mi planilla.

viernes, 15 de octubre de 2010

Los millones de 33

Pobres mineros que debieron padecer lo imposible para ser vistos por el indecente poder. Siempre lleno de polvo sus futuros, enfermos sus pulmones, deben tolerar ahora el abrazo falso y una risa de máscara del mismo capital que los explota. Cobre que sacan los de abajo y lo cobran los de arriba. Empacho de cinismo en cámara, poses y palabras, pero serán cientos, miles, millones de 33 que seguirán envueltos de mugre y esclavos del trabajo forzado para que la fiesta de las hienas de la especie, continúe. La depredación humana urgirá pronto otros 33, para poner la zanahoria que idiotice un buen rato y que diga que personajes despreciables como Piñera y sus dos mil millones de dólares de fortuna, son algo bueno. Afiebrados, los medios de la corte convulsionaron para mostrar la grandeza de los 33. Pero se olvidan sin embargo a diario de la grandeza de tantos de vivir sin nada. Andan diciendo otra vez, de regreso a su sillón, que a los jóvenes y morochos hay que encerrarlos para que no roben lo que a sus amos les sobra, y que se niegan a repartir porque deberíamos saber que el mundo es de ellos. Como el mundo de abajo de las minas, como el de arriba de los satélites, como el que yace en el mar, como el mundo de cada día del pan. Hasta que millones de 33 afirmen que todo esto no volverá a repetirse.

jueves, 14 de octubre de 2010

Todos los asesinos de Matías

Por Andrea Homene *

A Matías Berardi lo asesinaron, según dicen hasta el momento los investigadores, los miembros de una familia que lo habían secuestrado para pedir 500 pesos de rescate: atrocidad injustificable que merece la más enérgica condena. Pero no fueron sólo ellos quienes terminaron con la vida de este chico de 16 años. A Matías lo asesinaron los vecinos, que lo vieron correr desesperado pidiendo ayuda pero, como era perseguido por otras personas que gritaban que les había robado (luego se sabría que eran sus secuestradores), no intervinieron para asistirlo.

También lo asesinaron los periodistas que instalan en el imaginario del público la idea de que los jóvenes son los responsables de todos los problemas de inseguridad. El remisero que no dudó en huir cuando vio al joven acercarse a su automóvil con intenciones de abordarlo también lo asesinó.

Lo mataron además quienes vieron cómo Matías era finalmente interceptado por un automóvil, subido a golpes, y no hicieron nada para evitarlo. También lo mató la policía, que alertada “porque un menor intentó asaltar a un remisero y luego fue subido a un auto”, hizo un breve recorrido por el barrio y se retiró. A Matías lo mató la clase media, que construye bunkers rodeados por doble alambrado electrificado para subrayar las diferencias entre un adentro habitado por los buenos ciudadanos y un afuera infectado de “malvivientes”.

Matías murió por ser un adolescente. Cargó, por un instante breve y fatal de su vida, con el estigma que cargan miles de adolescentes como él, que continuamente son agredidos, despreciados, maltratados, humillados, por los buenos ciudadanos que pagan sus impuestos y que reclaman airadamente bajar la edad de imputabilidad, endurecer las condenas (como si ser un adolescente de clase baja sin futuro ni ilusiones no fuera condena suficiente), que no salgan nunca más de la cárcel.

Existe otro Matías. Lo conozco. Está cumpliendo una probation. No vive en un barrio privado, no juega rugby, no asiste a un colegio bilingüe. Es morocho. Todos los días sale a vender productos de limpieza por la calle. Y casi todos los días la policía lo para, lo obliga a ponerse contra la pared, le hace abrir las piernas, someterse a la requisa, abrir su mochila, dejar caer su mercadería, soportar que se la pateen y juntar lo que queda de ella sin decir una sola palabra, porque, al menor atisbo de protesta por el atropello, pueden llevarlo a la comisaría por “resistencia a la autoridad”. Cualquier conflicto le haría perder la probation y podría derivar en su detención. El sabe que no puede reaccionar ante el funcionario policial; no puede defender su derecho a querer darle un curso diferente a su vida, a ganar honestamente el sustento de su familia. Debe callar y juntar del piso su mercadería pisoteada.

Los que creyeron que el otro Matías era un ladrón consideraron justo que fuera perseguido por sus presuntas víctimas y empujado al interior de un auto. A nadie se le ocurrió que, aun cuando hubiera cometido un delito, debía ser protegido de la persecución justiciera. Es más, si hubiera sido un ladrón, y sus víctimas, como ha sucedido, hubieran hecho “justicia” por mano propia, el discurso social ante la muerte del chico hubiera sido muy diferente. Los homicidas hubieran sido considerados casi como héroes. Difícilmente se hubiera establecido su responsabilidad y en el caso de que fueran identificados, un buen abogado habría logrado probar el “estado de emoción violenta” y así la inimputabilidad.

El otro Matías trata de sobrevivir en un medio que le es hostil y, cuando le pregunto qué necesita, contesta: “Una vida nueva”. Con este Matías, intentamos aún reparar todo el daño que se le ha hecho; que pueda algún día ilusionarse, desear, imaginar una vida en la que pueda andar libremente por la calle, trabajar, ir a bailar, sin tener que agachar la cabeza cuando la mirada del otro le dirige desprecio y burla.

* Psicoanalista. Perito psicóloga en una defensoría oficial del conurbano bonaerense.

sábado, 9 de octubre de 2010

43 años sin un ser irrepetible: el Che

El revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor (Ernesto Che Guevara)

martes, 5 de octubre de 2010

Tarde

Llego tarde a todo. Escribo sin parar hasta en las fisuras del aire, y no lee nadie, la gente anda absorta en morir de una vez. Corro ese movimiento que vuela y no son mariposas sino cenizas de humanas secuelas. Trato de reír y es más fácil el llanto, o la mueca vulgar de seguir en dolor de muelas. Utopías morbosas puedo transformar en rosas si me dejan germinar semillas entre tantas rocas. Extenuado de este mundo sólo me queda tu sonrisa, pero te vas de prisa porque soy apenas un vicioso de la demora.