sábado, 29 de mayo de 2010

Para que no te duermas

Tengo a mi whisky, a Pessoa y a la perra,
El orden no me altera.
Podría agregar adelante o atrás,
Al ventanal o al silencio.
Y hasta a la lluvia, goteando el escenario.
Quiero escribir sin rimas y no puedo,
Quiero amarte y no debo.
Entonces vuelvo a Pessoa
Que me dice que mi desolación
Es la de un cielo ceniciento y muerto.
Mi perra me acompaña dormida
Pero si absurdo reniego golpea su cola;
Y el whisky mientras tanto discute con el hielo,
Y yo me mojo por abrir el ventanal
Para imaginarte viniendo.
Pero nunca supe que me quisieras.
Me envuelven de a poco fugaces sueños,
Y antes de la felicidad de lo incierto,
Entiendo que este esfuerzo de escribir
Es para que no te duermas y me leas.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Derrumbe

Resiste y arde el fuego del desierto
No hay calma, solo tempestades de angustias
Pasan bandadas de desconsuelos
Se superponen fracasos, llueven flores mustias
Debo envolverme en mantas de la nada
Refugiarme en las estribaciones del silencio
Dejar que pase el vendaval no tiene sentido
Si son incesantes las desventuras
Me envuelve desaforado el ocaso
Se me ha puesto enfermo el destino
Y está apagado el milagro de esos ojos que curan

viernes, 7 de mayo de 2010

A mis hijas (hace un tiempo)


No, no se asusten hijas si las re-
frescantes gotas de la juventud
que a veces empapan de felici_
dad, no se secan. No
crean que porque queden inúti_
les los útiles, se
ahogen de polvo los guardapol_
vos, y los adultos empiecen a considerarlas
como iguales, hay que archivar las sonri_
sas, el desparpajo, los ideales.
Es imprescindible que sepan
que la inocencia y los sueños no
mueren nunca; escapense, en_
tonces, de aquellos que se em_
pecinan en construir una reali_
dad sin asombros, ahogada de
seriedades y rutinas. Es necesa_
rio para unos buenos días, que
se crean siempre de escuela se_
cundaria, que cuando el tiempo
se obstine en decirles que pasa,
mantengan firme, imperturbable
y espléndido el corazón de ayer,
el corazón de la juventud. Los
imposibles y rebeldías no son
zonceras que se abandonan con
los años. Quien supo ver la clari_
dad del fondo entre los espléndi_
dos borbotones juveniles, quien
supo beber de la sabiduría irre_
petible de los tiempos frescos y
flamantes, comprobará como su
corazón se mantiene joven, por_
que lo que se aprende a ver de
joven no se deja de ver nunca.
Vayan siempre así, hijas, con
la sonrisa a punto de disparar,
con las convicciones envueltas
en llamas, y con el alma jugando
a que fue apenas ayer cuando
descubrieron un amor o el en_
canto de una amistad, y que an_
teayer, nomás, se encontraron
con la pequeña fortuna de un
papá que las quiere. A veces
mucho, a veces demasiado.