Escribir en plena libertad, sin mordazas, disfrutando de la creación. Que las palabras puedan jugar entre ellas, aunque vayan a decirnos las penas.
martes, 30 de agosto de 2011
La otra noche
La otra noche fue una noche emocionante. El corazón se me hizo una pasa de uva al caminar por casi todo el predio de la ex ESMA a eso de las ocho y media de la noche. Hacía mucho frío y a medida que avanzaba tenía más frío, era excesivo. Esos huesos congelados, apaleados, retorcidos, torturados me estaban recibiendo. Hace frío en la ex ESMA de noche, cuando ellos, los desaparecidos se quedan solos y andan recorriendo con sus almas a cuestas cada rincón para preguntarse otra vez por qué.
Yo sé que me iban siguiendo. Llegué al Auditorio de las Madres casi tiritando como si hubiese venido de pisar hielo. Allí recobré la temperatura. Había un concierto de bandas de rock, y en una de ellas tocaban mis dos sobrinos, hijos de mis primo Gustavo Varela, desaparecido en junio de 1977. Cuando Martín, uno de sus hijos -el otro se llama Santiago- dijo que tal vez “mi viejo anda por aquí, feliz de vernos” el frío fue cosa antigua. Ver a esos muchachos de treintaipico replicando la música de su padre, sus gestos, esas miradas de tanta claridad, hizo que mi corazón se reacomodara, que la desolación se transformara en esperanza y en certeza de que la lucha de mi primo y de toda una generación no fue en vano. Porque están sus hijos y están las madres, y la ESMA es su memoria, y ya no hay pasos de milicos ni represores. Salimos todos juntos y nos fuimos caminando con sus almas y sus huesos, y el frío fue calma. Volvimos otra vez a buscarlos, para llevarlos adentro.
domingo, 21 de agosto de 2011
ojalá que estuvieras aquï
sábado, 20 de agosto de 2011
Vamos a empezar de nuevo, cebollita y huevo...
Aguanteme hasta el verano
dijo un viejito cuyano
y en agosto se murió.
Nosotros estamos vivos
después de haber compartido
el olvido y la traición.
Permiso dijo un petiso,
cuidao lo olvidadizos
no se vayan a olvidar
que una cosa es ser humano
y otra es ser marrano
pa’ no recordar.
Vamos a empezar de nuevo,
cebollita y huevo, pan y libertad
que paguen los fracasados
y los humillados que no paguen más.
La gente andaba en lo suyo,
la liebre comiendo yuyos
y la abeja en el panal
cuando llegaron los chanchos
y armaron un zafarrancho
que nadie puede arreglar.
Igual que el bicho insurgente
llevaron los inocentes
todos al mismo corral
algunos no regresaron
y los que quedaron
¡Pa' que vi'a contar!
Vamos a empezar de nuevo…
A ver señora vecina
si se mete en la cocina
Y prepara con amor
Un guisito de esperanza
para calmarle la panza
al que siempre trabajó
Tenga los ojos alerta
bien cerquita de la puerta
no se vayan a colar
los que se comieron todo
con las manos sucias de la indignidad,
Vamos a empezar de nuevo
cebollita y huevo, pan y libertad
que paguen los que han robado
y los humillados y los olvidados
y los engañados …
que no paguen más.
miércoles, 17 de agosto de 2011
Primera parte de los fragmentos de un buda apócrifo
Sé consecuente con la mentira, llegarás tan lejos que nadie te divisará.
Sé leal a la autoridad sea cual fuere, así nunca nada te ocurrirá y llegarás confortable a tu casa vacía.
Descansa todo lo que puedas. Porque descansar es gozar, que no es lo mismo que el descanso eterno, porque uno no sabe que descansa.
No muestres ningún interés por el hombre y la mujer que amas, que tal vez así caiga en la trampa y le llames la atención. Porque que cuando uno es indiferente es diferente,
Denuncia todo el tiempo a la hipocresía, porque de ella abusan personas que quieren decir todo lo contrario.
No gastes energías en la violencia física, pues la única transpiración saludable es la del hacer el amor.
Pero puedes ser violento con tus dichos, que tampoco sirven de nada porque si uno necesita herir, no hace falta más que una palabra.
Piensas que todo lo que haces no tiene sentido: estás en lo correcto. Revuelvete en tu casa o en una plaza con tu perro y la vida será otra.
Sé leal a la autoridad sea cual fuere, así nunca nada te ocurrirá y llegarás confortable a tu casa vacía.
Descansa todo lo que puedas. Porque descansar es gozar, que no es lo mismo que el descanso eterno, porque uno no sabe que descansa.
No muestres ningún interés por el hombre y la mujer que amas, que tal vez así caiga en la trampa y le llames la atención. Porque que cuando uno es indiferente es diferente,
Denuncia todo el tiempo a la hipocresía, porque de ella abusan personas que quieren decir todo lo contrario.
No gastes energías en la violencia física, pues la única transpiración saludable es la del hacer el amor.
Pero puedes ser violento con tus dichos, que tampoco sirven de nada porque si uno necesita herir, no hace falta más que una palabra.
Piensas que todo lo que haces no tiene sentido: estás en lo correcto. Revuelvete en tu casa o en una plaza con tu perro y la vida será otra.
domingo, 7 de agosto de 2011
Chau, Claudio Díaz
Qué tristeza, qué vida es esta que se mueren enseguida los buenos y andan desquiciando sin descanso los malos. Cómo es que te has ido, Claudio. Cómo es que dejen de iluminar los días esos ojos celestes que abrumaban de bondad a los seres, las cosas, cada minuto y sus simplezas. No podés haberte muerto con todo lo que hacías falta. A dónde irán a parar las confesiones, los pedidos de auxilios, si no están tus oídos prestos, tus consejos, esa voz pausada con caricias. Tu andar calmo contrastaba con la solidez de tus pensamientos, tu vehemencia serena, esa firmeza en las ideas y los ideales que no negociabas ni por las mayores fortunas.
Erudito del peronismo, erudito de la erudición, escribiste grandes libros y hasta te moriste de risa siendo un pibe ganando premios en concursos de TV sabiendo lo imposible también de fútbol, esa otra pasión. Hubo también una tercera que fue el periodismo militante, porque luchaste constante como pocos por la utopía de la verdad, por la verdad más cruda y pura, aunque en eso se te haya ido un poco la vida. Fidel Castro en persona te entregó el Premio Latinoamericano de Periodismo “José Martí” por tus investigaciones en la Argentina que tanto amabas y que no querías que maltrataran.
Qué orgullo fue que me dijeras “te quiero, amigo”, que placer inmenso nuestras charlas sobre política, el gremio de prensa, el fútbol y las mujeres en esas comilonas que adorabas como buen sibarita. Qué desgracia haber estado tanto tiempo separados, desde que nos conocimos en una redacción hasta que nos volvimos a reencontrar en otra, 20 años después. Pero fuimos presencia aún en la lejanía. Uno siempre sabía del otro.
No quiero saber que estás muerto. Me niego. Me imagino escuchar tu voz, y la promesa de encontrarnos, de mirar el cielo de tu amado Morón, donde dicen que te dejaron, tras no entender la burda muerte que personas como vos no hacen falta en el cementerio sino en la vida. Porque la celebran, la honran y le dan sentido.
Chau, Claudio. El sábado juega el Gallito y el lunes haremos bromas si gana o si gana mi equipo, y me dirás “qué grande el Dragón” porque querrás verme alegre y que no sufra. Porque para eso estabas vos, dando la cara y sufriendo por todos. Y así le hiciste un hueco a la muerte que no perdona. Y menos a los grandes como vos que le hacen sombra.
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