De la colección del autor "Latidos porteños"
Jacinto ni sabe qué cosa es Papá Noel. Vive hacinado en la
Villa 20 de Lugano, y ya a los diez años conoció todo tipo de disfraces en el
calabozo al que lo empujan seguido policías disfrazados de personas. El hedor
suele desbocarse hastiadas que están las napas de contaminación. Es ahí cuando no
aguanta más Jacinto y sale y se disfraza de pistolero, y con un revólver de
juguete se va para el centro a robar un celular que el transa se lo cambia por
veinte mangos, aunque sea el más moderno. Y ahí va y compra paco y ahí va y se
olvida de todo y sueña con otros disfraces, a veces monstruosos: que se le vienen amigos escupiendo pulmones
llenos de plomo del cementerio de autos que mata más rápido. Debe ser esa la
idea de un tipo que se disfraza de alcalde de la ciudad, que se morirá pero de
risa en su Navidad de rico, seguramente disfrazado de Santa Claus, que suena
mejor, y que tal vez hasta vaya a la misa de gallo a recibir la renovada
bendición para desplumar pobres.
Pero Jacinto a veces se duerme y sueña cosas lindas. Sueña
con papá, no él, se aclara hasta en el
sueño, rememorando a ese tipo de disfraz rojo que vio mentir fantasías
en la puerta del shopping. Con su viejo, sueña, que sabe que volverá de la
zafra de Tucumán, o de pisar uvas en Salta para el vino patero que después trae
para acá y todos probamos. Y sueña que va a venir con plata para poder comer. No
sueña con regalos porque nunca le regalaron nada, salvo esa camiseta de Boca
que tiene puesta y que se la dio su mamá
después del revuelo que se armó cuando los echaron del predio Papa Francisco. La
policía pegaba palazos y la gente dejaba tiradas sus cosas. Y la madre se la encontró
hecha un bollo.
Se preguntó Jacinto si el Papa tiene que ver con el otro
Papá, Noel, tal vez sí, se dijo, porque Francisco también anda disfrazado. Y se
parecen también porque nunca ninguno de los dos irá a visitar a Jacinto. Cómo
les gustó estar en esos terrenos a la mamá y a los hermanos de Jacinto, y a Jacinto
también, si hasta jugaron al fútbol y estaba tan lindo, no había olor. Pero
hasta que vino la policía. Por qué será tan mala la policía, una vez le
preguntó Jacinto a su mamá, y su mamá le dijo que están envidiosos, porque el
cura que va a la villa les dijo que el reino de los cielos será de los pobres.
La mamá de Jacinto es creyente por eso se enojó cuando Jacinto le dijo que el
Papa Francisco no servía para nada, por haber dejado que los echaran del predio
que lleva su nombre.
Jacinto tampoco entendía de qué estaban disfrazas esas
personas que ahora desparecieron, y que cuando pegó la poli ahí estaban, como
excitados, con unos cables y unos micrófonos, tan bien vestidos haciendo gestos
a unas cámaras. Ese será el disfraz del mentiroso, pensó aquella vez Jacinto,
cuando escuchaba los disparates que decían.
Se acuerda de una rubia, Jacinto, que se enojó y empezó a insultar
porque pisó un charco. Y nosotros que tenemos que hacer, dijo aquella vez
Jacinto, los tenemos que matar a todos porque que vivimos dentro de la mierda.
A lo lejos se escucharán cohetes de Nochebuena o Año Nuevo.
Jacinto no pensará en otra cosa que en
la cana. Porque no sabe de Fiestas Jacinto.