miércoles, 24 de diciembre de 2014

Jacinto no conoce felices ni fiestas

De la colección del autor "Latidos porteños"

Jacinto ni sabe qué cosa es Papá Noel. Vive hacinado en la Villa 20 de Lugano, y ya a los diez años conoció todo tipo de disfraces en el calabozo al que lo empujan seguido policías disfrazados de personas. El hedor suele desbocarse hastiadas que están las napas de contaminación. Es ahí cuando no aguanta más Jacinto y sale y se disfraza de pistolero, y con un revólver de juguete se va para el centro a robar un celular que el transa se lo cambia por veinte mangos, aunque sea el más moderno. Y ahí va y compra paco y ahí va y se olvida de todo y sueña con otros disfraces, a veces monstruosos:  que se le vienen amigos escupiendo pulmones llenos de plomo del cementerio de autos que mata más rápido. Debe ser esa la idea de un tipo que se disfraza de alcalde de la ciudad, que se morirá pero de risa en su Navidad de rico, seguramente disfrazado de Santa Claus, que suena mejor, y que tal vez hasta vaya a la misa de gallo a recibir la renovada bendición para  desplumar pobres.
Pero Jacinto a veces se duerme y sueña cosas lindas. Sueña con papá, no él, se aclara hasta en el  sueño, rememorando a ese tipo de disfraz rojo que vio mentir fantasías en la puerta del shopping. Con su viejo, sueña, que sabe que volverá de la zafra de Tucumán, o de pisar uvas en Salta para el vino patero que después trae para acá y todos probamos. Y sueña que va a venir con plata para poder comer. No sueña con regalos porque nunca le regalaron nada, salvo esa camiseta de Boca que tiene puesta  y que se la dio su mamá después del revuelo que se armó cuando los echaron del predio Papa Francisco. La policía pegaba palazos y la gente dejaba tiradas sus cosas. Y la madre se la encontró hecha un bollo. 
Se preguntó Jacinto si el Papa tiene que ver con el otro Papá, Noel, tal vez sí, se dijo, porque Francisco también anda disfrazado. Y se parecen también porque nunca ninguno de los dos irá a visitar a Jacinto. Cómo les gustó estar en esos terrenos a la mamá y a los hermanos de Jacinto, y a Jacinto también, si hasta jugaron al fútbol y estaba tan lindo, no había olor. Pero hasta que vino la policía. Por qué será tan mala la policía, una vez le preguntó Jacinto a su mamá, y su mamá le dijo que están envidiosos, porque el cura que va a la villa les dijo que el reino de los cielos será de los pobres. La mamá de Jacinto es creyente por eso se enojó cuando Jacinto le dijo que el Papa Francisco no servía para nada, por haber dejado que los echaran del predio que lleva su nombre.
Jacinto tampoco entendía de qué estaban disfrazas esas personas que ahora desparecieron, y que cuando pegó la poli ahí estaban, como excitados, con unos cables y unos micrófonos, tan bien vestidos haciendo gestos a unas cámaras. Ese será el disfraz del mentiroso, pensó aquella vez Jacinto, cuando escuchaba los disparates que decían.  Se acuerda de una rubia, Jacinto, que se enojó y empezó a insultar porque pisó un charco. Y nosotros que tenemos que hacer, dijo aquella vez Jacinto, los tenemos que matar a todos porque que vivimos dentro de la mierda.

A lo lejos se escucharán cohetes de Nochebuena o Año Nuevo. Jacinto no  pensará en otra cosa que en la cana. Porque no sabe de Fiestas Jacinto. 

martes, 9 de diciembre de 2014

Lennon en La Boca

De la colección del autor "Latidos Porteños" 

Venía caminando por la ribera del Riachuelo como podía, con los hombros vencidos. Amanecía y no sabía qué había hecho en las últimas horas. Sólo recordaba su impulso de subirse al 29 para ir a la Boca, a beber de su aire, para consolarse y volver a ser ese niño que caminaba por esas calles de la mano del viejo, que lo había hecho bostero, tan de pizza y faina, tan pariente de la noche, y que tanto le habló de su amante melancolía. Había querido sacarse la mochila de su realidad y se la dejaba olvidada adrede en un banco de Caminito. Para que los gringos turistas descubrieran que nada de lo que reluce es verdad, y para que le sacaran una foto a su bolso hediondo, a esa mitad horrible de sandwich de mortadela y queso, a ese retrato velado de Laura, a ese lápiz sin punta, al pañuelo amarillo seco. Ya ni ganas de llorar tengo, se dijo, hasta que de repente sintió un leve chistido. Se dio vuelta y empalideció: pero si todavía no tomé nada -pensó-, cómo puede ser que tenga visiones.... Es que era Lennon, John Lennon el que le devolvía la mochila.
“Eh..., no, no la quiero más la mochila”. “Pero acá hay una foto, es bonita, ¿es su novia?” “A ella tampoco la quiero más”. “Ella es tan cargosa, ¿no?” No, no es eso, pero digame, usted quién es, ¡es igual a Lannon! “Soy Lennon”. “Pero qué pavadas dice, Lannon murió hace, eh... a ver, ¿hoy es 8 de noviembre? ¡Justo hace 34 años!” “Eso dice la CIA, otras de sus mentiras, imagine...” “¿En serio...? Ah, je, sí qué buen tema... Pero el tiempo no pasó para usted, John, está igual que un ratito antes de que lo maten en Dakota..., esteee... perdón”. “Le voy a decir la verdad, me rescató el IRA irlandés antes que Reagan mandara a atacarme, y le voy a decir, yo era un tejedor de sueños, pero ahora he renacido, yo era la morsa, pero ahora soy John”. “¿Eso es de su tema God, temazo... Sigue creyendo sólo en usted y en Yoko?” “Y en la revolución y en la lucha de clases”. “Pero no me dice cómo hizo para conservarse tan bien, pasaron 34 años...”. ”El diablo me protege, hice un pacto con él, el diablo es bueno, no es como dice la iglesia, siempre piensa que la verdad es lo contrario a lo que dicen los religiosos”. “¿Y por qué eligió Buenos Aires para vivir, o está haciendo turismo?” “Infinito e inmortal amor que brilla a mi alrededor como un millón de soles que me llaman y me llaman a través del universo”. “Eso es de Across the universe, uh, qué emoción, esa es una de mis preferidas de Los Beatles”. “¿Pero entendió lo que quise decirle?” “No sé, John, pero está bien, usted es mi ídolo”. A mi me movió el amor por la humanidad, pero fui preso por la fama, sirviendo al poder y a la burguesía, el publico que más detesté de chico. Ahora soy libre, stand by me” ”Sí, John, claro, me quedo con usted, pero cómo nadie lo reconoce...” “All you need is love, Laura es bonita” “Sí, ya me lo dijo”. “Y acá la mujer no es el negro del mundo” “Y, más o menos” “She loves you” “Sí, yeah yeah yeah...”
Una mano pesada lo despertó. Estaba abrazado a su mochila. Caminó por la ribera para tomar el 29 de regreso. Se sentó en un asiento de atrás. Abrió la mochila. Nunca había visto eso foto tan linda de Laura...

martes, 2 de diciembre de 2014

Si querés, robame


(De la colección Latidos Porteños del autor)

Iba manejando  en la 9 de Julio macrista y escuchaba AM/FM, sufriendo el reflejo de la TV en la radio, música berreta , risotadas sin sustento, mal gusto desbocado, todo tan parecido a la energúmena pantalla chica. Hasta que de repente,  tras un semáforo, sentí un golpe y la puerta del acompañante se abrió como si fuera a volarse.  Un pibe pasaba su mano como una aspiradora para llevarse algo de los asientos o del piso. El tránsito era denso aún a las diez de la noche, y pensé que si no lo subía, lo pisaba el camión recolector de atrás. Lo metí en el auto sin esfuerzo. Era tan liviano… Le dije que se tranquilizara. “Sentate y decime qué necesitás “ (yo estaba más nervioso que él). “Necesito comer, hace un rato que la cana me largó después de tres días en un calabozo; dos veces me dieron agua, y tres veces pan viejo, y un guiso que me dio cagadera. No doy más…”
Seguí a lo largo de 9 de Julio y no sé cómo aparecí en la Costanera. Cada tanto lo miraba, y el pibe temblaba de a ratos. Tenía unos ojazos negros, una remera quemada de a pedacitos, como de quemaduras de cigarrillos; unos pantalones cortos que alguna vez fueron beige, y unos botines viejos de fútbol  llenos de barro seco dos números más grandes. Paré, había sudestada. No era  conveniente bajar, porque el viento estaba furioso y el río salpicaba. Pero bajamos.
El del quiosco estaba como parapetado para cuidar las instalaciones. Le pedí un pedazo de carne. Me dijo que esperara que iba a encender la garrafa de gas. Le costó pero pudo, y recalentó un pedazo de vacío. Al rato, mi compañero comía con desesperación. Y al final se tomó sin respirar una coca.

Después, hablamos: “¿Cuántos años tenés?” “Creo que doce, o trece, mi mamá nunca me lo dijo”. “¿Me querías robar?” “No sé hacer otra cosa, vivimos cerca de la autopista a La Plata con cinco hermanos, soy el mayor, algo tengo que llevar”. “¿Nadie los ayuda?” “Cada tanto vienen de algún partido político y nos dan chapas, pero se nos cae la casilla de tantas chapas… Necesitamos comer, mis hermanitos ya no van a la escuela” “No te pregunté tu nombre”. “Me llamó Simón” “¿Te gusta? ” “Una vez mi papá estaba tranquilo y me contó que mi abuelo era anarquista y que por eso me puso ese nombre. Al rato ya estaba borracho, y creo que eso fue lo último que me dijo”. “¿Robaste tanto para estar en el calabozo?” “Los poli me vieron una vez haciendo lo que te hice a vos, y me preguntaron si no quería laburar para ellos.  Les dije que no, si ellos nos viven cagándonos a palos”. “Y te mandaron al calabozo…”  “Sí, y no nos dan de comer, porque si nos dieran de comer, voy preso lo que quieran”. “¿Querés que te lleve a tu casa?” “No, me enteré que mi mamá tiene una nueva pareja, y yo no lo veo bien, porque mi viejo es sagrado.” “¿Y ahora qué hacemos?” “No sé”. “Si querés robame “ “¿Por qué?” “Porque yo ando en auto y vos ni  tenés para comer” “La culpa no es tuya, es de los que andan de saco y corbata” “¿Querés que te deje en algún lado?” “Sí, en Constitución, tengo sueño y ahí debajo de la autopista tengo escondido un colchón.” Arrancamos y se durmió. Al final lo llevé a su casa. Paré a un costado de la autopista y lo vi correr, su mamá salió a abrazarlo.     

lunes, 24 de noviembre de 2014

El desquicio de una ciudad con fantasmas

(De la colección "Latidos Porteños" del autor)

De tanto bochinche, los fantasmas despertaron. Tras la noche de los museos del sábado, cuando mucha gente junta husmeó hasta la madrugada,  las sombras quedaron alteradas, y ahora salen a circular cuando el crepúsculo llega, y se tropiezan y mascullen y discuten,  y la nada han perdido algunas, porque la paz siempre les fue maldita.
Así pasa por caso en el Museo Haroldo Conti de la ex Esma. Se lo ve nauseabundo por los fondos al almirante Massera balbucear una y otra vez la Carta a la Junta de Rodolfo Walsh, que el capitán Chamorro arrastra desde un atril por donde se mueva la mustia ánima de su comandante.  Más acá, un coro de irreconocibles marinos le ponen dulce melodía a las páginas de El Capital de Carl Marx, y más allá, otro grupo de fantasmas tan blancos, ora a una imagen del Che.
No muy lejos, en el Planetario, los meteoritos en exhibición intentan de nuevo orbitar, pero chocan y no se atreven con tantos pensamientos que salen a volar de noche. Las tres marías se desprenden de la bóveda y salen a tomar fresco al Rosedal, y al final se animan a besarse entre ellas tras cruzarse con demorados militantes de la Marcha del Orgullo Gay. La Osa Mayor deja de ser una constelación y se hace trans, y se hartan las estrellas que forman la Cruz del Sur y se van a una bailanta a cantar y hacen furor con sus lentejuelas.
Ha quedado todo muy trastornado después del sábado a la noche. El desquicio se estira por Figueroa Alcorta. En el Malba el pintor Antonio Berni abre las puertas de sus cuadros a Juanito Laguna, que inmediatamente hace dedo hacia la Panamericana para bancar a su viejo metalúrgico,  otro de los despedidos de la multinacional Lear. Ramona Montiel, la otra musa de don Antonio, se queda en su collage cada vez más bonita a hacerle compañía.
Cerca, en la Biblioteca Nacional, se anda despertando Evita que no sabe que no es más la residencia presidencial, que el palacio Unzué fue demolido y hoy es Biblioteca y estrafalario cemento, y que ahí están todos los libros y esos documentos que demuestran su martirio por tanto apego del General por los milicos y la CGT. Si hay libros planea Borges y choca claro con el alma de Evita, pero los dos parecen perdonarse después de rodar por la barranca y encontrar Las Lágrimas de San Pedro. Su autor, El Greco, de paseo por el Museo Nacional de Bellas Artes, los invita a pasar.
Desde el Museo de la Recoleta parecen escucharse los ruegos de Bioy a Borges, que se fue del Cementerio a la Biela y desde ahí suplica que recuerde su odio peronista y su condición de agnóstico. No se oye muy bien, porque siguen peleando los fantasmas despiertos  de Lavalle y Dorrego, y Rosas esta vez tampoco consigue laudar. Mientras, el caudillo Facundo Quiroga va de tumba en tumba pidiendo explicación por su muerte a traición en Barranco Yaco.
Ya no hay paz después de medianoche en la ciudad. En el Museo Gardel, Carlitos se queja de que su voz no llegue a los cien barrios porteños por culpa de las paredes del Shopping Abasto, y en el de Los Inmigrantes las almas furiosas bajadas de los barcos quieren que Sergio Berni se vaya, y en el del Conventillo, los espectros anarquistas piden la cabeza de Macri.
En los museos del Títere y de Magia hay algarabía. Ahora todo es posible. Creen que nadie más moverá los hilos, y la muerte podría ser sólo un truco.          

lunes, 17 de noviembre de 2014

Disquisiciones con mi perra

De la colección "Latidos Porteños" del autor

La mañana en la plaza era ideal. Estaba fresco en la ciudad, pero aún así nos tiramos bajo un abeto azulado, porque no nos queríamos perder su deslumbrante sombra. Habíamos caminado bastante, y a decir verdad, los dos ya estamos grandes. Mora me miraba jadeando pero con esa cara sonriente que sabe poner cuando está feliz y que sólo yo interpreto. Ella también sabe entenderme y responde con movimientos de cola de distintas intensidad que sólo yo decodifico.
Se me ocurrió hablarle de ciertas cosas. De por qué la vida no era más sencilla, si no bastaba con  momentos así, los dos tirados en el parque, y me respondió acostándose, quedando de espalda. Debí  entender que no, que no es suficiente. ¿Cuál será el problema? Que por ser humanos a veces nos demuele la razón, y el instinto, que aún guarda para sí Mora, en nosotros va muriendo ahorcado entre cables, cementos y tecnologías. Qué pasa, por ejemplo, si hoy, ya, en un rato, necesito el amor que no tengo. Me mecerán las redes virtuales y virtuosas, y tendré que palpitar mi carta astral para que coincida con otro ser perdido y lejos atravesado por la fibra óptica. Los astros deberá hacer el esfuerzo que no acostumbran para que el milagro ocurra en los próximos días.
Mora ahora se rasca displicentemente como diciéndome que la culpa es sólo de ustedes por complicarse tanto, por aislarse, por planificar hasta el olvido. Es cierto, me digo, hay portales donde uno puede conocer a alguien para salir, pero se aclara de antemano que el vínculo será fugaz. ¿Pero cómo saberlo?
Otra cosa, le digo. ¿Y la amistad? ¿Vos la viste? ¿Por qué cuesta tanto? Mora mira a su alrededor y se olvida del tema siguiendo con su trompa a una hormiga negra que ahora no sabe por dónde pasar. Pero yo insisto. La amistad creo que hoy es inversamente proporcional a lo que indica Facebook: cuantos más amigos acumulamos en nuestra cuenta, más solos estamos. Antes, no más de diez años atrás, era suficiente un golpe de teléfono para arreglar el encuentro, porque  no había manera  de irnos watssapeando, mensajeando, comunicaciones que hoy nos diluyen, porque mientras, nos vamos diciendo las cosas, y al final sin saberlo nos vamos hartando y lo dejamos para otro día… 
De repente Mora se pone panza arriba, se ve que la hormiga se fue al final, y quiere jugar, que me tire encima, nos revolquemos. Quiere compartir. ¿Y eso cómo era? Pienso que es notorio el egoísmo que reina en algunos ambientes. Empresas donde los jerarcas ganan veinte veces más que el empleado común, barrio privados que desechan sus cloacas sobre la gente humilde, vidrios que se levantan violentos ante el pedido de monedas de una carita moqueando, ministros que postergan aumentos a docentes que ganan la décima parte de su salario. ¿Cómo es posible todo eso, Morita?
Vuelve a sentarse y me mira preocupada por mi cara. Pero yo la volteo para que sepa que no me olvidé de jugar. Después, me lame la cara en señal de agradecimiento, creo que porque le hago saber que me importa. ¿Le importamos a muchos?
Ya va siendo la hora de volver. Le pongo la correa porque hay que cruzar un par de calles. Mora podría ir tranquilamente suelta sin problemas a mi lado. Pero uno tiene miedos, de que se vayan, de que nos suelten, de que nos dejen de querer, de no tener con quién ir a la plaza...

Llego a mi monoambiente, me cruzo con vecinos que no conozco, prendo la compu. De nuevo en la vida.   

viernes, 7 de noviembre de 2014

Extraños pasajeros de un taxista

De la colección del autor "Latidos Porteños"

Hay un extraño taximetrero que adora trabajar de noche por Buenos Aires, porque asegura que bastante a menudo se le suben fantasmas que parecen personas pero no lo son, y que él no les tiene miedo y los lleva. Se llama Luciano el taxista, justo él que se nutre de las sombras, y justó él que detesta a los militares y más a aquel Luciano Benjamín. Cuando le tocó ser conscripto en su Córdoba natal, en los tiempos del siniestro látigo del otro Luciano, se hizo desertor y supo estar escondido entre los bosques de Cruz Chica. Alguna vez fue contratado como jardinero desde El Paraíso, la residencia del escritor Manucho Mujica Láinez, quien admiraba su cuerpo flaco y fibroso de tanto trepar sierra con raciones de comida que apenas le alcanzaban hasta el desmayo.
Cuenta que cuando se le sube a su taxi una dama obesa toda vestida de terciopelo color miel, él ya sabe que se trata de “la” Ilusión, así con el artículo delante, tal el lenguaje cordobés. Sin saber verdaderamente si sonríe o no, él la presiente feliz desde el retrovisor y tiene contagios. Por caso recuerda que le ha hablado de Manucho y de su propia ilusión de ser alguna vez escritor, cuando tras frecuentarlo pudo escribir un relato que fue elogiado por su destacado empleador. Dice que la dama finge a veces que se cruza de piernas, y es entonces cuando Luciano rememora las piernas, otras piernas, que cuando se cruzaban eran una insinuación al amor, el más grande, el único que tuvo, como nos pasa a casi todos.
En noches de neblina, cuando Buenos Aires se celebra a sí misma destapando incontables botellas de humedad, lo suele detener sin parada fija la Experiencia, señora entrada en años y que no deja ver su vejez, según ha relojeado Luciano. El chofer sabe de inmediato por dónde debe ir para no terminar chocando, y cruza por desconocidos pasajes que de repente le suenan habituales, esquivando así dolores que se han instalado en insidiosas ochavas y que le retumban el pasado. Cuando parece que esta señora se despatarra en el asiento trasero de su taxi, Luciano frena a tiempo en la resbaladiza calzada.
No entiende muy bien Luciano por qué suele subir el Candor en alguna noche posterior. Le suena muy joven, y a Luciano entonces todo le empieza a sonar y a sonar bien: los augurios, el año nuevo, los anuncios políticos, la palmada en la espalda, la promesa de pago, la promesa de verse... Es contradictorio el sentimiento de Luciano cuando sabe que Candor lo toma. Porque por un lado sabe que con Candor arriba del auto él vuelve a recorrer trayectos de entusiasmos, pero sin embargo en más de una oportunidad se ha visto horrorizado sin poder hacer nada, cuando Candor tiene esa costumbre de bajarse sin avisar y una multitud le pasa por arriba.
Después no recuerda bien Luciano, pero cree estar convencido que en la terminal alguna vez se le subió el Olvido. Hace memoria y dice que en una ocasión Olvido le hizo perseguir un micro de la larga distancia, y que cuando se puso a la par le pidió retroceder, no quería ser solo Olvido pero era inevitable. Recordando más, Luciano afirma que solía demorar poemas como una forma de derrotar a su enemigo el Tiempo, y que en esos momentos recibía reprimendas de su hermana Tristeza.
Luciano perjura al final que no le para más a la Injusticia, esa malvada de refinado vestido y moderno celular. No, afirma, pero pregunta:¿Usted sabe si tiene mellizas? Porque en cada esquina hay una parecida que levanta la mano.

lunes, 3 de noviembre de 2014

La lluvia es de los pobres

(De la colección del autor "Latidos Porteños")

A los que no tienen nada, cuando llueve, se les moja el corazón que aún resiste, porque con la lluvia vuelven a notar que solamente el sol tienen fiado en la cuenta. Y se humedecen los ojos abrazando a sus chicos en la precaria casilla de las más de treinta villas que sonrojan a esta ciudad, que a veces se atreve a discutir sobre el nuevo romance de un conductor de TV, y que no puede parar de polemizar por un billete de papel verde, mientras otra vez se deja aturdir por ignotos candidatos que ya con su cara en el afiche anticipan renovados desastres.
Pero quiénes se acuerdan de ellos, de los más de doscientos mil habitantes de los barrios demasiados precarios que delatan la infamia de Buenos Aires… Cuando hay amenaza de lluvia, de frío, esas personas tiritan el desamparo. Uno ajusta la ventana para que no entren chiflidos de aire, tal vez prenda la estufa en este insensato arranque primaveral, pero ellos qué…
Reciclados personajes de los patronales medios de comunicación aseguran que desde ahí nace el mal, que no podemos andar tranquilos en nuestras calles por la gente de la villa, que no hay que generalizar pero que están llenas de extranjeros que vienen a delinquir y que hay que deportar como dijo el millonario funcional Berni. Ni se debería consignar que en las penosas cárceles que supimos conseguir, no llegan al tres por ciento los recluídos extranjeros.
Y la inseguridad qué… A ver si está bien vivir en la Ciudad Oculta, o en la Villa 21 de Barracas o la 31 de Retiro, o como apaleado sobreviviente del predio Papa Francisco de Villa Lugano. ¿Vivirían los Cutzaridas allí, y el señor de los helicópteros Berni? ¿Viviría Macri, la Presidenta? ¿Quién es el que roba? Las declaraciones juradas no tan declaradas de los funcionarios nacionales, municipales o provinciales, suelen ser la prueba del desprecio al semejante, la mueca a la desigualdad, se les desmadra la ambición, son una ofensa a la vida cívica pero los culpables son los villeros.
Cada punto de la desbocada inflación es un plato menos de sopa para estos porteños que ya ni pueden asomarse a la autopista para ver pasar a los veloces y modernos automóviles. Les construyen murallones, los desalojan cuando pueden, las ambulancias pegan la vuelta, los criminalizan todo el tiempo. Pero ahí van los federales, los metropolitanos, los gendarmes a molestarlos todo el tiempo. Pero cuando son invadidos por bandas narcos, los uniformes vuelan como el helicóptero de Berni. Cuando una bala narco mató a Kevin, el pibe de 9 años de la Villa Zabaleta, en Pompeya, hacía un buen rato que no había fuerzas de seguridad y tardaron tanto en llegar que fueron los vecinos - quienes sino-, los que trataron de salvarlo.
Pero mientras hay que cercarlos, es la orden: “¿Quiere usted que llame a un guardia y que revise si tienen en regla sus papeles de pobre...? ¿O mejor les digo como el señor dice: «Bien me quieres, bien te quiero, no me toques el dinero...»? Sí Serrat, el de las señoras y señores hinchados de burguesía que creen que el señor padre es justo, y más todavía ahora con el enviado y tan nuestro Francisco, y que cada cual tiene lo que se merece.
Pero parece que va a llover, duele más la pobreza y esas mentiras de campañas que cada vez son más mentirosas. Lo único que los poderosos van a urbanizar son sus nuevas mansiones. Y ahí donde duelen más las décadas perdidas, acomodarán las chapas para no mojarse, y el cartón para no helarse.
  

domingo, 26 de octubre de 2014

Carta a Charly

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Texto correspondiente a la colección del autor "Latidos Porteños" 
Discepolín moderno, Mozart rockero, cortaziano compositor de letras, flaco de la calle y gordo de musas, cuando tenga  sesenta y cuatro cantaban tus Beatles y ya llegaste a los 63. Bombardean Buenos Aires si tu música se apaga; dale Charly, si de todas maneras la ciudad se nos va a mear de risa, pero no aflojemos que a la rima se le cayó otro Flaco y ya es mucho.
Este cemento monótono que a veces se hace cuadra, esquina y plaza, monumento, humedad sucia y furia, te adoquinó el nombre. Buenos Aires te hizo suyo como otro de los arroyos que la recorren por dentro y le mueven sus miserias. Ciudadano realmente ilustre, le hablaste a la ciudad a los gritos o al oído para despertarla, pero siempre con una canción que no pasó inadvertida.¿ O no nos dimos cuenta de que los dinosaurios desaparecían, y que en este país de las maravillas el asesino te asesina y el trabalenguas traba lenguas? Aprendimos a ser un poco por vos, Charly, fuimos felices y demócratas  al Piano Bar de los 80, pero antes sólo íbamos de la cama al living esperando el fin de la dictadura. En los 90 hacíamos filosofía barata en zapatos de goma y nos dejabas bien claro que en esa época, y como nunca, nadie lloraba por nadie en Argentina. Era mejor encerrarse en el subte con la hija de la lágrima…
Le absorbiste todo los desechos a Buenos Aires y entonces como el país te tiraste del trampolín. Cómo no ibas a excederte en los excesos, si la grasa de esta Capital te perforo el sentido. Si hasta te salvó Palito al mismo tiempo que la ciudad empezó a creer que podía salvarla Macri. Cómo no verte y no vernos, Charly, nosotros también nos estamos quedando sin voz.
Músico de galera y bastón, concertista precoz, oído absoluto, orgullo porteño de exportación al interior, desde el sur a la puna, de este al oeste, de la cordillera al mar, acá, allá y en todas partes te escriben como sinónimo de esta ciudad. Gardel anda celoso mirándote desde el farol de arriba, y el Polaco Goyeneche refunfuña pitando  nubes. Y eso que no cantaste tangos, Charly, y que  muy poco le lloraste al amor. Salvo cuando ella se fue y el mundo giró al revés, o esas piernas cada vez más largas que te hicieron escribir un verso incomparable:”Quiero quemar de a poco/las velas de los barcos anclados/en mares helados, nena.” ¿Es Eiti Leda una de las canciones que puede sentarse en el podio nacional? 
No cantaste un tango, Charly, hiciste Tango 4, aquel inolvidable disco con Pedro Aznar, en el que te recitó Alfredó Alcón, te actuó Jorge Luz, te tocó la guitarra virtuosa un vampiro Cerati y te sacaste las ganas de romper todo y revivir a Los Shakers. No cantaste un tango pero le quitaste el almidón al himno con una versión sublime. Y versionaste a los Beatles, por supuesto, los responsables de sacarte el corsé del piano familiar. Yoko Ono te recibió como uno más, y Paul te invitó a la primera fila del Monumental.
Cuidate Charly, por favor, y dejá de cumplir años que de tanto andar juntos la ciudad se envejece también y envejecemos todos adentro. Y eso no queda bien para tu música que parece que recién sale, recién se escribe, recién se canta. Pero de nada sirve hablarle a un genio. Sus alturas son muy altas para que escuche. Ahí arriba Charly sólo oye a las aves, y ahí compone.
 Entonces, queridísimo Charly García, say no more... 

      


lunes, 20 de octubre de 2014

María va


De la colección del autor "Latidos Porteños"

Ahí va María volando, urgente, con su cuerpito en ráfaga, a alcanzar en el mundo de los buenos a su nieto Walter. Llega rápido a acunar a su nieto que hace rato le reclama un cuento. No hay beso más grande que el de este reencuentro entre María y Walter. Galaxias extrañas reclaman atención, dioses dormidos despiertan incrédulos de semejante amor, y desde los bordes del universo marchan felices las almas redimidas.
María Ramona Armas de Bulacio, bajó sus armas por un rato, para abrazarse a Walter y volver, porque luchas como la de ella, nunca terminan. Mary, o doña María después, hasta estos 85 años de edad con los que nos dejó por un rato, recorrió los cien y un barrios porteños marchando para que se supiera que a su nieto Walter Bulacio, que tenía 17 años en abril de 1991, lo mató la policía. Y reclamaba justicia, y la lloraba, porque la ausencia de justicia con los que menos tienen, con los que menos pueden, con los más indefensos es para llorar mucho de rabia. Eran los primeros pasos de una era de las boludez y el olvido. El menemismo hacía florecer los horripilantes cactus del individualismo, se vomitaba con pizza y champán a la memoria, y así las fuerzas represivas se entonaban todavía más con los Indultos a los genocidas de la dictadura.
María adoraba a Walter, era su nieto preferido. Walter estaba por terminar el secundario, hinchaba por San Lorenzo y escribía cuentos. La abuelita le dio la plata aquel 19 de abril de 1991 para que viera a su banda favorita, los Redonditos de Ricota, en el estadio de Obras Sanitarias del barrio de Núñez. Falló como tantas veces la organización, quedaron muchos afuera y ahí aprovechó la policía para hacer lo no debe: reprimir, apalear, apresar. Y Walter fue a parar al calabozo de la comisaría 35 sin ver a Patricio Rey y nunca más a su abuela, hasta ahora, que andan chapaleando en la bruma esponjosa de Buenos Aires. Una semana después, Walter fallecía por los golpes recibidos.
Yo la he visto una vez a María, ahí nomás de Obras, cerca de la 35, en el club Defensores de Belgrano, solidarizándose en un acto en memoria de Fernando Blanco, otro pibe de 17 años como Walter, asesinado por la policía. Con su sonrisa tibia, se puso la camiseta del club, y en cada mano levantaba las fotos de uno y otro. Y la vi pasar, con su pelo blanco, como otro blanco pañuelo de madre o abuela que busca, en medio de cientos de encendidos estudiantes secundarios que rumbo a la Plaza de Mayo reclamaban por Walter. Y otra vez estuve cerca de Mary, que andaba agarrada, como si no fuera a soltarse jamás, de los barrotes, de las rejas, que no eran de la cárcel que debió ser, sino de la casa del comisario Espósito, responsable de aquella nefasta comisaria 35.
“Usted me puede explicar por qué ha muerto mi nieto” le he escuchado preguntar tantas veces en los últimos 23 años. El año pasado, en una de las burlas más notorias de esta justicia burguesa y retrógrada, recién el año pasado, el comisario Espósito fue juzgado y condenado. Su pena dio pena: de tres años en suspenso… María ya andaba enferma y no pudo presenciar el juicio. La representaron sus compañeras indoblegables de lucha, Tamara, nieta y hermana de Walter y María del Carmen Verdú, la consecuente abogada.
Dicen que María murió el sábado, pero es un descanso, nomás. Siempre la veremos andar pidiendo por Walter, por la verdad, dando vueltas por un mundo dado vuelta…

martes, 7 de octubre de 2014

El que no podía parar de amar

De la colección del autor "Latidos Porteños"

Ezequiel  tenía una enfermedad: vivía enamorándose. Sus brazos de repente rodeaban al primer árbol que le hacía reverencia en su vecino Parque Chacabuco, y después casi que en el piso acariciaba las hojas de una petunia que Ezequiel presentía celosa. Así iba por la vida y por los barrios de Buenos Aires Ezequiel, clavando su mirada amorosa aún ante energúmenos que no dejaban de tocar la bocina, o frente a quienes se insultaban en una bocacalle del centro, y sonreía con su dulzura infinita a quien se atrevía  a tildarlo de loco o estúpido.
Como un Quijote porteño, andaba robando flores de cualquier parte para dársela a la primer  Dulcinea que se le cruzara en el camino, porque solía decir en voz alta que no hay otro destino para la flor que el de fundirse con el perfume de una mujer. En Palermo, a pasos de la Biblioteca, se lo vio rodar por el pasto recitando los poemas de Amado Nervo que recién le habían prestado, y que finalmente se los dedicó a una joven de uniforme escolar que repasaba la lección en un banco de plaza.
Usualmente tenía más receptividad en los más jóvenes, porque las piruetas que daba su corazón en permanente combustión encontraban familia en el candor, el desprejuicio, de quienes aún no han sufrido tanto. Más de una vez chicas y muchachos hacían rondas alrededor de Ezequiel, mientras él les contaba y actuaba distintas historias de amor que bien podían haber sucedido con personas, plantas o animales. Inclusive, según cuentan los de la barra del barrio de Balvanera, Ezequiel supo pintarle poesías a un viejo buzón, llenarlo de colores y caricias, adorándolo hasta la tarde que fue arrancado, porque decía que ése había sido el sagrado cofre que guardaba los sueños, y que entonces ya nada cuidará a los sueños, y que si será por eso que ya no conviene tenerlos.
Hasta que sacaba uno del bolsillo trasero que en papel amarillo y arrugado decía “te heredo toda mi libertad, las estrellas están a tu nombre, tu habitación será mi mar, mi sol ardiente tu abrigo y mi viento consejero desde ahora en más será tu confesor. Anda, deja la ciudad, que si no te apuras, tu vuelo será encerrado por una pared”. Se lo había escrito su abuelo Leonardo antes de morir, ya con la piel vencida de ultramar, navegante al fin anclado. Su abuelo le había enseñado el amor y Ezequiel también amaba el mar aún sin conocerlo. Su sueño era hacerse de esa herencia pero cómo si Buenos Aires tiene sangre marrón de río largo y oscuro.
Entonces Ezequiel iba por aquí y por allá, mientras llegara el día de volverse embarcado horizonte. En las inundaciones de Juan B. Justo se lo vio con el agua a la cintura protegiendo el andar de su flotilla de papel de diario. Y alguna vez tuvo la suerte de un ángel protector, cuando en la Costanera devolvió al río a un par de maltrechos pejerreyes que ya no podían más en el balde del pescador.  Mientras lo alejaban de la ira del hombre de la caña, se preguntaba por qué si a los humanos nadie nos pesca, por qué le hacemos esa traición de caer en la trampa del anzuelo.

Hasta que un día vieron caer exhausto a Ezequiel en una de las intrincadas callecitas de Parque Chas. Estaba perdido, como en un laberinto, buscando a la señora del quiosco que una vez  le  regaló un caramelo. Le llevaba una flor de papel escrita. Decía: “ Enamorarnos un minuto varias veces al día, para soñarnos de noche siempre enamorados…”       

domingo, 21 de septiembre de 2014

Primavera


                                 Creo que esta mañana de primavera estuve a punto de besarla,
                                  era una desconocida, era en la calle
                                  en un local con demasiada gente me pasó por encima festivales de su piel
                                  No podía oler tan bien, no podía yo de repente necesitarla tanto
                                  Qué sucede si uno besa en la calle a desconocidos
                                  Es primavera y tengo ganas de besar sin presentación,
                                  besar sin carné, besar por besar, reír por reír,
                                  jugar a la Rayuela de Cortázar, a ser El Otro de Borges
                                  y cantar con Cerati que soy Primavera Cero, que acabo de nacer…

viernes, 5 de septiembre de 2014

El día del ferretero

Es el Día del Ferretero. Lo honraré yéndole a comprar el tornillo que me falta, la arandela para simular la aureola de santo que no soy, los clavos que restan para crucificarme a esta sociedad, las tuercas para darle otra vuelta a esta vida que no entiendo, le compraré una pinza para ver si sujeto a este corazón volátil, y me pondré en gastos para comprar la escalera que me lleve a saludar en el cielo a los Gustavos que me faltan; buscaré pinceles para pintarme la falsedad de subsistir, una lija para raspar al fondo de las cosas, y me despediré solicitándole un toma corriente, para elevar mi pobre cantidad de watts en esta tarde gris...    

lunes, 21 de julio de 2014

Palestinos e israelíes, juntos en la nueva calesita


La sangre venía de a borbotones y sin cauce, y ahora es un arroyo sereno de apenas sierra que no tiene ni un fin. Me estaré volviendo viejo que estoy sencillo, no me remuerde lo que no pasó y me conmueve el girar de una nueva calesita en el barrio. Siento que lo mínimo es lo importante, me aturde el desconsuelo de lo que no existió y soy leve música que fluye sin parlante. Qué me estará pasando que no pido muerte ya a los israelíes que matan tanto niño palestino, que no vuelvo a condenar al sistema que me quitó de Sida tantos hermanos.
Estoy elevándome, creo que son los años. Pero por quien sea, entiendan y tengan piedad, sin Torah, ni Corán, ni Biblia, basta de muertes, basta de de humanidad despedazada. Se imaginan una nueva calesita con un niño palestino subido a un caballo, un israelí a un auto, un niño cristiano buscando la sortija, y así, que el calesitero no tenga religión y sea feliz desparramando alegría sin saber quién comulga qué, si hay oración de tarde o al amanecer, si hay Dios o no. La tierra es de la Tierra, todos tienen derecho a subirse a su calesita.
Si el mundo se obstina en ser cruel, silbaré y cantaré con el aire que me queda…

viernes, 27 de junio de 2014

24 horas sin Mundial


Hoy no hay Mundial y de repente se me viene encima  un juez maldito, yanki  y expoliador
que antes de ser cadáver busca mi extinción.

Me vuelven los viejos dolores de espalda y recuerdo que el corazón se me escalda por esa llamada en espera

Recuerdo que los zapatos se hunden en la ciudad vencida, que hay containers en vez de aulas y que con negociados nos suicidan

La Fábrica Internacional de Felicidad Artificial (FIFA) ha cometido el error de darnos descanso y hoy me atrevo a mirarme para dentro y no veo

Caigo en la cuenta que el sueldo no alcanza, que mis dirigentes me venden en la paritaria
y soy un gil contando las monedas, me comen los piojos y tengo urticaria

Estaba en eso, de putear al fóbal y su pan y circo, de llorar por nuestros hermanos de Brasil, que sus lamentos taparon con cemento y andá a cantarle a Gilberto Gil

Pero la redonda mueve y ya no somos nada, somos fiebre, obsesión, aparatos y de TV, y hay hasta quienes hablan de Patria, pero de los colmos está hecha la estupidez

Mañana volveremos al sillón, a sentarnos con el conveniente olvido, ya no habrá sombras ni penas, volverá la ansiada tregua a nosotros mismos        

jueves, 12 de junio de 2014

El capitalismo más desquiciado juega el Mundial


Las primeras firmas de la cobertura mundialista de los medios hegemónicos de la Argentina, son las de periodistas a los que nunca se le escuchó una definición, ni escribieron alguna línea que les delatara el pensamiento más allá del circunstancial ir y venir de una pelota. Nadie sabe que alguna vez hayan despotricado ni siquiera contra el degradante poder que controla al fútbol en la Argentina. En realidad ocurre todo lo contrario, más de una vez de sus silenciadas bocas ha salido, muy gentil, el “lo felicito don Julio”, “gracias, don Julio”, “no hay de qué, don Julio”.
 El símbolo del yo no me meto ni para decir si hay o no penal, el más grande rey de juego del distráido ante cada cambio de gobierno, el genio de la conveniente indefinición, Enrique Macaya Márquez, sigue como enviado y subsistiendo en un sector del sistema, el de los medios, el del gran circo del fútbol , donde como diría Charly, “es mejor mirar a la pared…”. Nada es casual, aún a sus 80 años parece útil su imagen imperturbable del no te metas, y eso es lo que pretende el sistema que se  exacerba en un Mundial de fútbol, y más en éste, donde el desenfado del capitalismo en tan enorme que verdaderamente angustia por su impunidad.
¿Dirá Macaya que en Brasil hay unos 100 millones de brasileños que no la pasan bien en su vida diaria, pero que tienen que soportar que el Estado invierta 15 mil millones de dólares para un evento deportivo, cuando lo urgente, lo que reclaman, es que no haya tanta pobreza, que sea más decente la salud pública, que haya más viviendas populares, que la educación y el transporte no sean un dificultad? No creo tampoco que los otros muchachos pongan en disgustos a don Julio, diciendo que la FIFA es una mera oficina que representa a grandes empresas y marcas internacionales y que es a la vez gran servidora de la banca internacional.  Cada cuatro años encuentran otro pretexto para una mega facturación a costa de gente y naciones, tal como ocurre con las guerras y la industria armamentística: hay que hacer guerras o mundiales para ganar mucho dinero
De Sudráfica 2010, ocho de los nueve mega estadios quedaron en desuso. En Brasil llegaron a hacer un estadio en la selva de Manaos ante el horror de los indígenas , donde no hay equipo brasileño de primera división. Lo inaugurarán Inglaterra-Italia, después habrá algunos partidos más, y luego su destino será el de una momia de cemento que tal vez futuras generaciones tratarán de entender.

Qué extraño mundo es este, donde un puñado de seres desaforados mastica fojas de billetes, a costa del exhausto alimento de la mayoría , que atónita apenas si proyecta el día y mira desde un aparato ese gran banquete.         

martes, 3 de junio de 2014

A 90 años de Kafka


Eras lánguido, con tus ojos desbordados de asombro y a pasos gigantes esquivabas los inviernos de Praga, mientras tus huesos crujían en la biblioteca del barrio judío.
Todos fuimos kafkianos soportando caricaturas de la cultura y bochornosos gobiernos que vivían su circo en Castillos construidos a nuestras espaldas, y morimos de verdad y tristeza en un Proceso donde al final la salida podía ser caernos de un avión o mutar del día a la noche en Desaparecido. Pasamos casi por debajo de nuestra puerta como desanimados insectos, tras la brutal Metamorfosis por un amor que nos dejó.
Los laberintos de esta vida en pendiente fueron ocupados con tus libros y tus cuentos y esas cartas que tanto amó Milena y que tu padre desdeñó.
Quién sabe qué dios quiso que tu amigo Max salvara tus textos. Hoy, a 90 años de tu joven muerte no debo olvidarte Franz, porque leerte fue saber que la literatura es la alquimia que transforma en ornamentosas las horas vacías.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Papi cumpliría noventa

Hoy cumplirías noventa años y soplo al olvido, papá. Levanto la copa con mi sangre que es la tuya, y cuelgan guirnaldas en mi corazón con fotos de tus mejores sonrisas; no hay regalo mejor para vos que mi reconocimiento de hijo. Te debo la honradez, papi, la boca en trompa cuando la falsedad me quiere dar de comer, y bebo de tu memoria la rebeldía desde que tu niñez y la mía fue andar rodando sobre espinosos cardos.
Andábamos de la mano hasta de pantalones largos. Fuimos confidentes, yo te conté de mis primeros amores, vos de tus penúltimos. Tu agenda supo salpicar Buenos Aires: tango, fútbol, y ese final de bandera verde que una vez te vi gritar en Palermo. Pero la vida te alejó de la ciudad, justo vos que temblabas en la Bombonera o escuchando al Polaco o leyendo en Don Banchero la historia de San Martín. Ya no fuiste el mismo, te alejaste a un bosque en donde a empujones llegaron tus viejos fantasmas a volver hacer la vida imposible. Tardabas más en tomar otra vez mi mano o que te calme la caricia de mi hermana Lucrecia. Al final te sentaste a ver llegar cada otoño desde una silla de jardín.
No hay un altar que construí para vos porque no rezo, ando con vos encima en mi hombría y cuando soy padre. Hubieras cumplido noventa años y me hubieras dicho “dejá de joder” Martín por celebrártelo. Cada tanto te extraño mucho, viejo, todos los días te tengo.

miércoles, 30 de abril de 2014

Feliz día del ángel

Dicen que hay que saludarte por el día del animal… Pero yo te considero mi amiga infalible y los que andan por afuera son los animales que mi vocabulario considera. Vos, Mora, sos el ángel que no cae sino el que espera cada mañana que despierte, que revuelca en el piso su felicidad por mi caricia, que huele traiciones sin chistar y me ama siempre, de cualquier manera, a toda hora, llueve, truene o aunque tenga ganas de morirme. En ese caso vendrá despacio y se acomodará en un costado esperando que reviva, y sabrá el momento justo para volver y limpiarme con su lengua los restos de mi desdicha.
Los animales están afuera, Morita, esos que hacen la guerra o matan de pobreza, o mienten y estafan y venden la dignidad al mejor cambio de pizarra. Pero vos estás adentro, y me mirás desde el sillón con tu mirada buena, y me permitís compartir y gozar tu espléndida vida de perro...

sábado, 19 de abril de 2014

De Pascuas

Hay miradas que desvelan, sean desde ojos negros, tenue tierra o celeste mar. La mirada que nos abraza es todo, porque cuando nos miran así puede haber amor si titilan esos ojos, si el brillo enceguece, y si mientras tanto la luna da un vuelco y empalidece… Habrá llegado de repente, entonces
Ese amor, tan lánguido y tan buscado, tan ardoroso que no sabemos si somos nosotros mismos los que nos amamos.
Quien abraza con los ojos, como aplicando su último veneno de víbora que retuerce, de inacabada pasión, de milagro y último beso, y se jura morir para vivir, encontrará seguramente enfrente ojos ciegos, mutilados, tan hartos de no ser vistos, desiertas las pupilas, ahora que fue nunca la hora.
Como el brillo cruel, blanco, vacío, tan tenue de la reinventada nada, que finalmente anda
En abril, en Pascuas…

Esperando a Alcón

Un monumento de actor, un alma bella y sin fondo, un bondadoso, buen compañero, tan inteligente, verlo a él era ver a la cultura corporizada, a la gran sensibilidad en zapatos.
Una de mis mejores notas se la hice a Alfredo Alcón, para Al Margen, una revista de cultura y política que yo editaba a puro pulmón. Me recibió como si recibiera a The New York Times; hablamos en la platea del teatro Andamios más de dos horas. Fue increíble: los espectadores –estaba haciendo “Esperando a Godot”- empezaban a entrar, y los dos seguíamos en las butacas a pura charla. Hubo tan buena onda que nos vimos algunas veces más.
Pero eso es anecdótico. Uno lo que se dice a sí mismo cuando muere alguien como él, es que no hay reemplazo, que la existencia no da reemplazos, porque hay seres únicos y únicos en lo suyo. Está de más decir que Shakespeare se vino de las postrimerías del cielo para recibirlo.

miércoles, 9 de abril de 2014

Paro general

Hago un piquete y bajás los brazos. Hay huelgas de los sentidos y no entendemos qué nos pasa. Me transporto sin conductor hasta la cabecera de tus sonidos, y me arrastra el único tren que en sábanas planillas no figura anotado. Hay sirenas que no deben sonar en un día como hoy, pero nos revelan estar vivos cuando todos mueren. Marchamos por la injusticia de no amar siempre, y las banderas se levantan por el último ardor. No hay como aquel pasado -hablan los diligentes-, pero está de paro nuestra memoria. Vamos en conciliábulos al corte del último beso…

sábado, 5 de abril de 2014

Otoño

Soy feliz en otoño. Vuelvo a ver el viejo camino de hojas amarillas, y siento que otra vez caerán de mi árbol los viejos y secos pesares, ruinosos brazos se quebrarán en ramas y ya no me alcanzarán, y aquel retoño fulgurante y breve rodará definitivo y mustio por el sendero. Ahora en abril creo que estoy hecho de esperanza, y pisoteo las hojas como acabando para siempre con pasados que se fueron del corazón y apenas hacen ruido bajo mis pies. Sonrío frente a la nueva brisa por este impensado andar despierto, todavía de pie, a buen ritmo, y hago una marca en la tierra como que de acá para adelante se detendrá el sangrado de los desengaños, y seré apenas una hoja que vuelva a dejarse acariciar cuando la luna llega y resista los vendavales de la desazón. El otoño tiene pausa de estival ardor y ahí voy por su camino lento de final armando mi principio de un nuevo vuelo, suave, casi imperceptible, como nunca tan al ras.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Los casinos: el opio del pueblo

Es una declaración de principios y creo, definitiva. Quiero arrancarme de una vez los vicios que me impulsa este sistema. Milagrosamente dejé de fumar, pero llenos de tabaco están los casinos y sus empleados a quienes obligan a enfermarse. De qué me hablan cuando hablan de gobiernos populares, si no paran de inaugurar casinos que le sacan la plata a la pobre gente, a la que me incluyo. En Palermo, en lo de Cristóbal López , y en Puerto Madero que compró también, hay pisos superiores donde es bienvenido el humo de todos, y los pobres chicos empleados que tosen disimulando. Si los gobiernos fueran revolucionarios, no habría casinos. Pobre gente, le inventan una ilusión de tener más dinero, pero el casino en la Argentina es un recaudador político. Es todo robo en nombre de la democracia. El capitalismo es enfermo y trata de convertir a cada uno, en adicto al dinero. Yo caí otra vez en sus garras, pero juro que nunca más, nunca más, como suena el homenaje a esos jóvenes que no hubieran tolerado tanta timba a costa del proletario.

lunes, 24 de marzo de 2014

En memoria de mi primo detenido-desaparecido

Extracto de la obra de teatro en preparación, inspirada en mi primo Gustavo Varela, detenido-desaparecido por la dictadura militar
Gustavo (estirando los brazos en forma de cruz): ¡Estoy de vuelta en la vida…! ¡No pudieron matarme, no delaté a nadie, estoy vivo, vencimos, viva la lucha, Patria o muerte…! (baja los brazos y respira hondo, baja el tono de voz) Pero debo tranquilizarme, eso me han enseñado todo este tiempo. La mente pierde oxígeno si uno se enfurece, no se piensa bien entonces. Vengo de estar en un espacio infinito de paz. He sufrido numerosas intervenciones en el corazón y me han extraído la glándula de la pasión. También me dilataron las pupilas con un bisturí incandescente. Creo que fue una operación riesgosa. Pero mi vista ha pasado de largo los horizontes. He visto a trasluz, he visto en la oscuridad. Lo he visto todo a la vez. Sin embargo, no hubo manera de reducirme la sensibilidad ante determinados recuerdos. Aunque por mis tan dilatadas pupilas ya no puedan correr lágrimas. No soy lo que fui, pero mi memoria está intacta. De donde vengo es obligatorio no olvidar.

martes, 18 de marzo de 2014

Dasafinar

Tengo una palabra, un vaso acaso, la imagen, esa mujer, es un concierto mi gran vida que desafina. Y todos salen a matar, a sobrevivir, nubes negras, asfixia, rutina sin descontrol. Amantes que se etiquetan para huir, horarios, fiebre, vamos en llamas, nadie nos consuela. El que amamos no nos ama y no sabemos a quién amamos. Aparatos de TV y pensamos que no es esto lo que quisimos para morir. Morir escribiendo, medios borrachos, con un rubia harta de ser cuerpo que recita casi harapienta nuestro peor verso.

sábado, 15 de marzo de 2014

Dale

Tengo golpes en la espalda que me dicen que me estoy poniendo viejo. La mente se obstina en la lucidez, pero los huesos crujen. Hay veces que pienso como Charly, para qué todo lo que di, pero vuelvo a otro rock y es renacer, pero estornudo en los cambios del clima, y tengo mal los pulmones, y la vida clínica y cínica que factura para qué, si alguna vez no será más nada .Las chicas chicas no entienden y las chicas grandes son mayores, y yo sobrevivo mirando la belleza que no me corresponde porque así lo dictaminó un reloj. No me importa el tiempo, si es nuestro obstinado vencedor. Que las locas vayan de locos, que nos encontremos de pedo, porque en un rato, nomás, esto se acaba.

sábado, 1 de marzo de 2014

A ella

Me estoy por ir pero no, es tu ausencia la que me deja,
No, no te vayas, por favor
Mi único tu amor era tan bello, todos lo admiraban
Y yo recuerdo, tu frescura, tu pelo rubio,
Hay veces que es duro por querer tenerte como eras
Pero te amo igual baby, nadie me dará lo que diste
Tan voraz, saboreaste todos mis impulsos
Vaciado sin poder ver a nadie. Vayamos del brazo, mientras tanto
Que por habernos devorado tanto antes, no sabemos qué hacer
A vos ya te sobra el tiempo, y yo me he vuelto el sacerdote de tus curas.

sábado, 1 de febrero de 2014

Las vecinas iluminadas por los cortes (una historia colosal, con Edesur de artista invitado)

Primera parte
Sólo quedaba en pie el ascensor de servicio. La luz de los palieres se iba apagando gradualmente. El portero acercaba más ventiladores a los inmensos tableros térmicos de la torre que parecían a punto de convertirse en lenguas de fuego. Todavía todos tenían luz, pero algunas vecinas aseguraban volviendo del mercadito de los chinos, que esa noche explotaba todo, que de vuelta a dormir sin aire ni ventilador en el balcón y en bombacha. Pero el miedo real no era dormir a la vista en paños menores, se temía en verdad que volara en pedazos el sistema eléctrico del grandote de cemento de 19 pisos, y ahí sí que el infierno hubiese sido para siempre en esa esquina de Monte Castro. De repente a una de las vecinas le sonó el portero que todavía era eléctrico: “Soy de Edesur, señora, usted llamó, no? Bueno, no se preocupe que el edificio tiene luz, está todo bien. Hasta luego”. La vecina, astuta, le dijo que la esperara que iba a bajar para agradecerle. El operario habrá pensado en alguna dádiva porque suele pensarse así los servicios en esta ciudad, y esperó. Cuando la vecina llegó, primero amablemente le preguntó si había revisado todo bien. Sí, mire, le dijo, y la llevó al sótano. Ve, y encendió un artefacto que determinaba que en ese lugar había luz. Pero mirá, querido –se trataba de un joven, todos son demasiados jóvenes los operarios de Edesur-, ves los ventiladores que pusimos, este tablero está por reventar, por qué te creés que ya no arrancan los ascensores y ya no hay luz en los pasillos? Subiendo al palier, el muchacho abrió su Handy y comunicó que “todo está bien, tienen luz”. Pero pibe, ya intranquila la señora, vos tenés que solucionarme el problema, si vos sabés que en unas horas revienta todo. Cómo vas a decír que está todo bien… Yo no puedo hacer nada, señora, llamen a la cuadrilla… Otras dos vecinas ya acompañaban a la primera, y una cuarta tocó todos los timbres: “¡bajen!”. El operario dijo, bueno, yo me voy, y en ese momento la señora que había llamado a Edesur cerró la puerta de entrada “vos de acá no te movés”. Eran casi las 9 de la noche del viernes 17 de enero. Llegaron más vecinas y algunos maridos. El operario quedaba secuestrado. A coro las mujeres le exigían que volviera a llamar a Edesur y dijera la verdad de la situación. Y que informara que quedaba retenido hasta que llegara un equipo técnico eficiente. Llamó pero ya habían archivado el caso y eso que el edificio la había pasado mal desde diciembre. Le prometieron igual que iban a mandar una cuadrilla, cuando la única en toda la ciudad, se desocupara. En un descuido de las chicas, el operario activó el Handy y dijo algo ininteligible. A los pocos minutos, tres miembros de gendarmería se metían en el atestado palier para proteger al muchacho. Hacía mucho calor, la gente estaba una sobre la otra, corría la transpiración, algunos olían el aroma cruel del fin del día, pero nadie se movía. Cada tanto algún vecino recibía el salvoconducto, y entraba o salía para alguna gestión puntual y previamente informada. La prostituta del noveno llegó a las 11 y media, y un marido se apresuró a abrirle. Fueron las vecinas las que le abrieron un imposible hueco para que permaneciera únicamente con ellas... (Continuará)

martes, 28 de enero de 2014

Veraneo

Descanso y me canso viendo la futilidad, el esfuerzo por no existir, la mente vaciada…
Veraneo en el mareo, no hay pompas no hay nada, artificio extenuante de perdurar
Vuelan las olas del pensamiento pero caen en la arena, como cae todo y una nueva ola lo disuelve
Hay montañas de desaliento en el viento, por más que corramos, que inventemos amar en el mar
Mejor es estar en casa, haciendo lo de siempre, vaciándonos como la gente, envueltos sin locuras
Es lo mismo viajar, dormir la siesta, si todo nos parece igual y es la mente que detesta, la premura

sábado, 25 de enero de 2014

Cumplirías años

Hoy era tu cumpleaños, amigo, y no suena mi llamada en tus profundidades siderales
¿ Dónde andarás para soñarte? ¿Serás el incandescente habitué de azules estelares?
Te busco en el cielo despejado, en la magnitud de la nube vasta y hasta en la tierra
Es que tal vez estés agitado de risa pensando en que nos creemos tu adiós, y es la quimera
Haberse creído vivo pero todo es el mismo engaño y de nuevo andaremos por ahí del universo
Sin fecha, nostalgia, al fondo del ozono, en una galaxia, si es igual girar en tierra o fuera de ella
Mi mente te extraña pero mi corazón te acompaña ahí dónde iré a juntarnos para celebrar
Que nadie ha muerto si no hay olvido, y vos sos presente, canto y risa, y que los cumplas feliz, hermano mío.

lunes, 13 de enero de 2014

Tribulaciones de una noche de verano

La gente se amontona y dice que es feliz. Andamos en autos, trenes, camiones, aviones, globos y alas delta, en fórmula uno, motos, bicis, patinetas, todo para tratar de escapar y desmentir.
Mi gran amigo es el Che, de tal manera que mis enemigos son casi todos.
Cuándo vamos a ser francos para decirnos que la democracia es la ficción de un gran autor complaciente que recibió diez veces más por igual o menor sacrificio.
Trabajar justifica al hombre, dicen algunos. La verdad es que el trabajo como se lo entiendo desde antes y desde siempre, es la explotación del hombre por el hombre. Los que heredan de los que alguna vez robaron, los poderosos que roban, los empresarios, los funcionarios militares o civiles, los administradores, los eclesiásticos, los intermediarios, los políticos, todos esos no trabajan, viven de los que trabajan.
¿Cómo se hace para vibrar el amor siendo adulto? Es que hay quienes se conmueven de la misma manera que hace tanto. Pero hay otros muchos que envejecen como si fuera una obligación, como si la cautela fuera un seguro para que el camino rumbo al adiós no tenga complicaciones.
¿Hay alguien que no convivió con un animal? Pobre, se perdió un aprendizaje esencial.
Qué linda es la pelota. Patear, correr, jugar, gritar, festejar, sufrir, gozar, transpirar… Pero unas decenas de indecentes traficantes del deseo hizo añicos el sentido de correr de cara al viento, y le puso precio, y hoy se enferman muchos para que el negocio de la pelota les toque, con o sin ella.
Ya no se puede vivir en las ciudades. Nadie estará exento de corromperse si permanece hoy en una ciudad. Sea por el cemento, sea por la falta de horizonte y naturaleza, sea por el capitalismo afiebrado que incita a doblegarse con sus tantas caras.
Son mujeres imprecisas las que hablan de poesía. Lewis Carrol las encontró en Alicia. Hay un niña que acaba el secundario que no sabe y mira triste y mata con su piel que se deshace y rompe contra su vista azulada.
La grasa de las capitales no se aguanta más. Si alguien diría la verdad, reconocería que la TV fue hecha para soportar la convivencia en un mundo que se parte en los pedacitos de más canales.
Si uno aprendiera a vivir solo con la naturaleza sería suficiente. Pero la civilización ha creado el conflicto de visitarse.
Si uno pudiera amar sin presentir…