martes, 2 de diciembre de 2014

Si querés, robame


(De la colección Latidos Porteños del autor)

Iba manejando  en la 9 de Julio macrista y escuchaba AM/FM, sufriendo el reflejo de la TV en la radio, música berreta , risotadas sin sustento, mal gusto desbocado, todo tan parecido a la energúmena pantalla chica. Hasta que de repente,  tras un semáforo, sentí un golpe y la puerta del acompañante se abrió como si fuera a volarse.  Un pibe pasaba su mano como una aspiradora para llevarse algo de los asientos o del piso. El tránsito era denso aún a las diez de la noche, y pensé que si no lo subía, lo pisaba el camión recolector de atrás. Lo metí en el auto sin esfuerzo. Era tan liviano… Le dije que se tranquilizara. “Sentate y decime qué necesitás “ (yo estaba más nervioso que él). “Necesito comer, hace un rato que la cana me largó después de tres días en un calabozo; dos veces me dieron agua, y tres veces pan viejo, y un guiso que me dio cagadera. No doy más…”
Seguí a lo largo de 9 de Julio y no sé cómo aparecí en la Costanera. Cada tanto lo miraba, y el pibe temblaba de a ratos. Tenía unos ojazos negros, una remera quemada de a pedacitos, como de quemaduras de cigarrillos; unos pantalones cortos que alguna vez fueron beige, y unos botines viejos de fútbol  llenos de barro seco dos números más grandes. Paré, había sudestada. No era  conveniente bajar, porque el viento estaba furioso y el río salpicaba. Pero bajamos.
El del quiosco estaba como parapetado para cuidar las instalaciones. Le pedí un pedazo de carne. Me dijo que esperara que iba a encender la garrafa de gas. Le costó pero pudo, y recalentó un pedazo de vacío. Al rato, mi compañero comía con desesperación. Y al final se tomó sin respirar una coca.

Después, hablamos: “¿Cuántos años tenés?” “Creo que doce, o trece, mi mamá nunca me lo dijo”. “¿Me querías robar?” “No sé hacer otra cosa, vivimos cerca de la autopista a La Plata con cinco hermanos, soy el mayor, algo tengo que llevar”. “¿Nadie los ayuda?” “Cada tanto vienen de algún partido político y nos dan chapas, pero se nos cae la casilla de tantas chapas… Necesitamos comer, mis hermanitos ya no van a la escuela” “No te pregunté tu nombre”. “Me llamó Simón” “¿Te gusta? ” “Una vez mi papá estaba tranquilo y me contó que mi abuelo era anarquista y que por eso me puso ese nombre. Al rato ya estaba borracho, y creo que eso fue lo último que me dijo”. “¿Robaste tanto para estar en el calabozo?” “Los poli me vieron una vez haciendo lo que te hice a vos, y me preguntaron si no quería laburar para ellos.  Les dije que no, si ellos nos viven cagándonos a palos”. “Y te mandaron al calabozo…”  “Sí, y no nos dan de comer, porque si nos dieran de comer, voy preso lo que quieran”. “¿Querés que te lleve a tu casa?” “No, me enteré que mi mamá tiene una nueva pareja, y yo no lo veo bien, porque mi viejo es sagrado.” “¿Y ahora qué hacemos?” “No sé”. “Si querés robame “ “¿Por qué?” “Porque yo ando en auto y vos ni  tenés para comer” “La culpa no es tuya, es de los que andan de saco y corbata” “¿Querés que te deje en algún lado?” “Sí, en Constitución, tengo sueño y ahí debajo de la autopista tengo escondido un colchón.” Arrancamos y se durmió. Al final lo llevé a su casa. Paré a un costado de la autopista y lo vi correr, su mamá salió a abrazarlo.     

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