viernes, 27 de junio de 2014

24 horas sin Mundial


Hoy no hay Mundial y de repente se me viene encima  un juez maldito, yanki  y expoliador
que antes de ser cadáver busca mi extinción.

Me vuelven los viejos dolores de espalda y recuerdo que el corazón se me escalda por esa llamada en espera

Recuerdo que los zapatos se hunden en la ciudad vencida, que hay containers en vez de aulas y que con negociados nos suicidan

La Fábrica Internacional de Felicidad Artificial (FIFA) ha cometido el error de darnos descanso y hoy me atrevo a mirarme para dentro y no veo

Caigo en la cuenta que el sueldo no alcanza, que mis dirigentes me venden en la paritaria
y soy un gil contando las monedas, me comen los piojos y tengo urticaria

Estaba en eso, de putear al fóbal y su pan y circo, de llorar por nuestros hermanos de Brasil, que sus lamentos taparon con cemento y andá a cantarle a Gilberto Gil

Pero la redonda mueve y ya no somos nada, somos fiebre, obsesión, aparatos y de TV, y hay hasta quienes hablan de Patria, pero de los colmos está hecha la estupidez

Mañana volveremos al sillón, a sentarnos con el conveniente olvido, ya no habrá sombras ni penas, volverá la ansiada tregua a nosotros mismos        

jueves, 12 de junio de 2014

El capitalismo más desquiciado juega el Mundial


Las primeras firmas de la cobertura mundialista de los medios hegemónicos de la Argentina, son las de periodistas a los que nunca se le escuchó una definición, ni escribieron alguna línea que les delatara el pensamiento más allá del circunstancial ir y venir de una pelota. Nadie sabe que alguna vez hayan despotricado ni siquiera contra el degradante poder que controla al fútbol en la Argentina. En realidad ocurre todo lo contrario, más de una vez de sus silenciadas bocas ha salido, muy gentil, el “lo felicito don Julio”, “gracias, don Julio”, “no hay de qué, don Julio”.
 El símbolo del yo no me meto ni para decir si hay o no penal, el más grande rey de juego del distráido ante cada cambio de gobierno, el genio de la conveniente indefinición, Enrique Macaya Márquez, sigue como enviado y subsistiendo en un sector del sistema, el de los medios, el del gran circo del fútbol , donde como diría Charly, “es mejor mirar a la pared…”. Nada es casual, aún a sus 80 años parece útil su imagen imperturbable del no te metas, y eso es lo que pretende el sistema que se  exacerba en un Mundial de fútbol, y más en éste, donde el desenfado del capitalismo en tan enorme que verdaderamente angustia por su impunidad.
¿Dirá Macaya que en Brasil hay unos 100 millones de brasileños que no la pasan bien en su vida diaria, pero que tienen que soportar que el Estado invierta 15 mil millones de dólares para un evento deportivo, cuando lo urgente, lo que reclaman, es que no haya tanta pobreza, que sea más decente la salud pública, que haya más viviendas populares, que la educación y el transporte no sean un dificultad? No creo tampoco que los otros muchachos pongan en disgustos a don Julio, diciendo que la FIFA es una mera oficina que representa a grandes empresas y marcas internacionales y que es a la vez gran servidora de la banca internacional.  Cada cuatro años encuentran otro pretexto para una mega facturación a costa de gente y naciones, tal como ocurre con las guerras y la industria armamentística: hay que hacer guerras o mundiales para ganar mucho dinero
De Sudráfica 2010, ocho de los nueve mega estadios quedaron en desuso. En Brasil llegaron a hacer un estadio en la selva de Manaos ante el horror de los indígenas , donde no hay equipo brasileño de primera división. Lo inaugurarán Inglaterra-Italia, después habrá algunos partidos más, y luego su destino será el de una momia de cemento que tal vez futuras generaciones tratarán de entender.

Qué extraño mundo es este, donde un puñado de seres desaforados mastica fojas de billetes, a costa del exhausto alimento de la mayoría , que atónita apenas si proyecta el día y mira desde un aparato ese gran banquete.         

martes, 3 de junio de 2014

A 90 años de Kafka


Eras lánguido, con tus ojos desbordados de asombro y a pasos gigantes esquivabas los inviernos de Praga, mientras tus huesos crujían en la biblioteca del barrio judío.
Todos fuimos kafkianos soportando caricaturas de la cultura y bochornosos gobiernos que vivían su circo en Castillos construidos a nuestras espaldas, y morimos de verdad y tristeza en un Proceso donde al final la salida podía ser caernos de un avión o mutar del día a la noche en Desaparecido. Pasamos casi por debajo de nuestra puerta como desanimados insectos, tras la brutal Metamorfosis por un amor que nos dejó.
Los laberintos de esta vida en pendiente fueron ocupados con tus libros y tus cuentos y esas cartas que tanto amó Milena y que tu padre desdeñó.
Quién sabe qué dios quiso que tu amigo Max salvara tus textos. Hoy, a 90 años de tu joven muerte no debo olvidarte Franz, porque leerte fue saber que la literatura es la alquimia que transforma en ornamentosas las horas vacías.