martes, 24 de marzo de 2009

24 de Marzo

Detengámonos unos minutos para reflexionar. Cada 24 de marzo debe ser utilizado para repensar nuestra vida individual y nuestra vida social. Qué hago, qué hacemos para ser mejor, para conformar una sociedad menos injusta. Porque es un deber no olvidar. Hace 33 años un grupo militar respaldado por la oligarquía argentina y las potencias occidentales, pusieron en marcha un plan urgente para acabar con una generación entera que pretendía un nuevo mundo, con mayor equilibrio en la distribución de las oportunidades: un mundo, un país más sanos.
Los grandes grupos económicos nacionales y del exterior no iban a permitirlo. Jamás, en la historia argentina, han cedido un ápice de sus ganancias y privilegios. La juventud de aquel entonces luchaba para acabar con la pobreza, la discriminación, la falta de libertades. Pero se sabe que cada tanto, la historia produce el conjuro de un grupo de necios que retrotraen la vida a su aspecto más patético, más horroroso sólo por el afán de la riqueza y del poder. Es como si inevitablemente, el hombre debiera tragarse al hombre.
Debemos evitar que un 24 de marzo de 1976 vuelva a ocurrir. Hay muchos personajes sueltos, mucha comunidad alterada que darían bendición a nuevos ajustes, nuevas matanzas, a la ley apócrifa de la mano dura. Es que lo que les importa es su bienestar y su seguridad. Hacen marchas por la muerte cruel del florista de Susana Giménez, pero a nadie se le movió un pelo para acompañar en el dolor a las Madres del Paco que ven aterradas como a sus chicos de entre 10 y 15 años les envenenan la vida para siempre. Todos debemos luchar contra las drogas pero esencialmente para que haya educación. Porque en unas de esas ya ni hacen falta los milicos para devastar a otra generación.
Deberíamos ser solidarios y reclamar por cada acto de injusticia. Es criminal que en la Argentina haya 15 millones de pobres, y duele hasta el hueso que los viejos terratenientes acumulen mientras tanto todos sus granos en silos que miran para afuera.
Lo que terminó de consolidarse el 24 de marzo de 1976 fue la mayor pesadilla que tenga memoria nuestra nación, después del genocidio indígena perpetrado por otro general, Julio Roca. La junta militar integrada por el general Rafael Videla, el almirante Eduardo Massera y el brigadier Orlando Agosti asesinó a 30 mil personas, robó bebés, robó casas, quiso aniquilar el pensamiento y destruyó la economía nacional. Para que Argentina fuera un país chiquito, juguete del orden internacional.
Hoy donde estaba la ESMA están las Madres, y hay memoria y libertad para recorrer el predio y no se ve ni una boina. Se desmantelaron todos los centros de muerte y tortura y ya no hay militares a los que se les ocurra gobernar.
Estamos mejor que hace 33 años. Pero, ¿todos decimos Nunca Más? Hay que tener cuidado, memoria y ser incansables en el reclamo y la construcción de una sociedad que no excluya a nadie.

sábado, 21 de marzo de 2009

Urgente: salvemos a los pibes

Las caritas quieren disimular que piden, quieren creer que son amigos que pasan porque temen poner en juego la dignidad. Pero piden, desolados y obligados después de viajar en tren; desconcertados en la puesta en escena de una infancia que les es extraña. Tratan de organizarse en la furia de la pobreza, y algún adulto tal vez dice que vayan unas seis horas, y que con 30 o 40 pesos se vuelvan. Y a las caritas las peinan como pueden, disimulan una educación ausente, y van, van por las mesas y se les encienden los ojos cuando alguien los atiende, los escucha y les despliega una tenue lámina del corazón. Porque no es más lo que hacemos los que les damos dos pesos, las papafritas y los maníes que nos traen con la cerveza. ¿Podemos tan poco? Habría que armar barricadas para contenerlos y no para expulsarlos, darles mayores pedacitos de felicidades que esos maníes. Deberíamos armar cofradías de rebeldes en la ciudad que sí miran a los pibes cuyos padres no pueden más en sus taperas de desdichas de un sistema que los aparta y se relame. Abramos los brazos hasta que nos duelan para abarcarlos. Y quienes no los miran, a quienes esa muchedumbre chiquita molesta, deberían pensar que nada les va a faltar, nadie les va a robar si ellos tienes a su alcance el derecho a una esperanza.
No sé cómo organizarnos. Desde los vidrios del poder no se ve. Nadie nace ladrón ni asesino, ni dogradicto ni violador como señalan simulacros humanos en la TV. La humanidad, como en viejos siglos, sigue devorándose una propia parte porque así cree alcanzar la supervivencia.
Alguna vez habrá que cambiar. Habrá que rechazar la comodidad pensando en otro que anda incómodo.
Virir es casi un soplo en el misterio de los tiempos. Pero por algo pasamos entre vendavales del universo. Modifiquemos, nos toca modificar. Que las nuevas generaciones, que las multitudes de los que nacen sin entender tanto dolor, encuentren una mano, esa mirada, la caricia, la protección, para que la tierra sea menos una superficie de verdugos.