miércoles, 22 de abril de 2015

Amputado


Amputado voy, sin rima ni causa
Todos sienten menos yo
No tengo amor no lo encuentro
Estoy enfermo de amor
Porque vivo enamorado de cualquier insecto
Del atardecer vacío en la ciudad que me ataca
Imagino el reencuentro del anochecer con nadie
Hay abrazos y citas, emociones, y yo paso de largo
Siempre la maldita condena que no me permite amar
Habré sido excomulgado en otra vida por amar el amor de otro
Eso es lo que creo sin creer porque yo no creo en nada
Salvo en esos labios demasiados lejanos que parece que besé
¿Habré besado? Ya ni sé cómo hacer la mueca de aparentar enamorado
No puedo volver a la estrategia difundida de querer
No sé qué hacer, tanto sin amar que me siento extraño

jueves, 16 de abril de 2015

Mi carta de despedida a la redacción de Clarín

Y llegó el día en que dejé de pasar por esa puerta de la calle Tacuarí. Fueron 19 años pasando, fue un tiempo en el que con atildada aplicación me fueron desmoronando la voluntad, el deseo, la profesión. Entré por primera vez con el alma entre fuegos con la ilusión de poder ejercer el periodismo en tan vasta tribuna. Iba a poder decir, escribir, para muchos. Estaba feliz porque un diario tan poderoso como Clarín me invitaba a ser parte de sus filas aún conociendo de mi amor por la libertad, de mis enojos con la injusticia. Es que yo ya venía de desandar redacciones, pero llegar a Clarín era como tener el cielo ahí nomás. Era “llegar”, recuerdo que me decían, “si entraste a Clarín llegaste”, repetían convenciéndome de que había arribado a la cima.
Dijo Scott Fitzgerald que “toda vida es un proceso de demolición”. Digo yo ahora después de 19 años, que Clarín demuele lentamente las ambiciones de su personal, va limando la autoestima, y como yo y como tantos, tarde o temprano tenemos marcado el destino de vagar en las postrimerías de sus laberintos sin señales de fe, sin saber qué somos, y terminamos preguntándonos qué es lo que hacemos en un diario si ya no nos consideramos periodistas.
Nunca me voy a olvidar de la época en que me dejaban escribir: si la nota tenía repercusión en las radios y era ponderada sabía lo que me esperaba. Me recibían caras largas, y en algunas de esas oportunidades me mandaban a hacer suplencias a obituarios y servicio metereológico. Como ahora, antes de decirle finalmente adiós a Clarín. Querían obligarme a hacer el siguiente trabajo: pegar cartas de lectores previamente seleccionadas. Después de 35 años de oficio, ése era el reconocimiento…
Es que la única estrella en el firmamento debe ser Clarín, hay que estar dispuesto a seguir sus vaivenes ideológicos y empresariales a costa del propio vuelo. Pero lo que no se entiende en Clarín, y ahora menos que nunca, es que no promueva a sus periodistas a que apunten a la calidad de cada texto, a la profundización del periodismo, a la investigación, a la creatividad. ¿Quién dijo que la gente ya no quiere leer? ¿Quién dijo que la gente pide cadáveres sobre cadáveres? ¿Quién dijo que hasta la información más pueril deba ser manipulada? ¿Quién dijo que todo está perdido?
De todas maneras conmigo casi que lo consiguieron. Para mí parece todo perdido. Me cuesta creer en algo que huela parecido a periodismo. Ahora que estoy afuera quisiera ser hombre rana, deshollinador, cazafantasma o vendedor de lotes en la luna, pero periodista no por favor, me arrancaron las ganas.

Adiós

domingo, 12 de abril de 2015

El amor

(De la colección decirlo en cuatro párrafos)
Creo que entre las incomprensiones de la humanidad, se ubica en un lugar de privilegio la consideración de la palabra “amor”, de lo que consideramos que es y no es. ¿Por qué solemos pensar en esa palabra únicamente cuando tenemos una relación profunda con otra persona, pero siempre y cuando en algún momento con esa persona compartamos la actividad sexual? Yo no tengo sexo con mi perra pero la amo, diríamos, para parecer bien humano. Amé, si se quiere, y hasta de manera inaudita, a dos amigos que por la inexistencia de dios ya no andan por acá. Amé a cada uno de los que me brindaron su cariño con una palabra, cuando me solté de las torturas profesionales de Clarín. Pero ya se me pasó, los quiero pero no los amo. El amor no es lo que creemos que es.
Lo que decimos amor es esa noche en la que como a Borges, nos dolió una mujer o un hombre en todo el cuerpo; en esa noche en que nos desvelamos rastreándoles cráteres a la luna, en la misma noche que escribimos ardientes, por ella o para él, incesantes versos sin métrica ni rima. Papeles que siempre supieron de su destino amarillento y de olvido. Es que si el amor fuera como creemos, viviríamos escribiéndole, sacándole fotos como le sacamos a nuestra perra, a nuestro equipo de fútbol, a nuestros amigos. Al poco tiempo, a quien llamamos amor, va quedando fuera de cuadro. El amor es una palabra que perdura, pero lo que no perdura es el amor.
Perdura la lucha, por citar un ejemplo. Hay quienes como Ernesto Guevara amaron principalmente luchar y a Hilda y Aleida, sus esposas, les dedicó, claro, esa inexorable noche de luna crepitante, y luego respeto, cariño y admiración, pero ya se tratan de tres palabras distintas. La escritora Simone de Beauvoir, se enamoró del filósofo Jean Paul Sartre a los 21 años y estuvieron cincuenta años juntos pero nunca se despertaron en la misma cama, ni bajo el mismo techo e hicieron ese verdadero amor que vale un rato con diversas personas. Tal vez sean casos extremos porque ella fue una ardorosa militante del feminismo y no se iba permitir servir a nadie, ni a Sartre. Y acabamos de mencionar otras dos palabras que no tienen que ver con el amor que creemos: enamorarse, servir. Gran parte de nuestra sociedad piensa en el amor aferrando como un prófugo al enamoramiento, porque sabe que la maldita luna se cubre rápido de nubes y a veces muy oscuras.
Sería fantástico que el amor fuera como lo pensamos. Andaríamos besándonos todo el tiempo olvidándonos del tiempo. No habría manera de pensar en hacer el mal. No habría mentiras de amor…