domingo, 15 de diciembre de 2013

La última fiesta

Tengo un beso, a quién dárselo. No es más que una sensación pero quiero estar de frente ante una piel. Y tomar la cara, y besarla, y entonces... y ya está… Abrazar, que sepas que te abrazo. ¿Hay amor? No hay a quien tocar, hay que ver, prender, aprender, encender, conectar, fluir, huir, no vivir. Demasiado. El capitalismo genera monstruos como yo. Te doy para que me des, haceme y te hago. Nadie tiene a quien quisiera. Hagamos alguna vez una última fiesta para decirnos que nos amamos sin amarnos.

última fiesta

Tengo un beso, a quién dárselo. No es más que una sensación pero quiero estar de frente ante una piel. Y tomar la cara, y besarla, y entonces... y ya está… Abrazar, que sepas que te abrazo. ¿Hay amor? No hay a quien tocar, hay que ver, prender, aprender, encender, conectar, fluir, huir, no vivir. Demasiado. El capitalismo genera monstruos como yo. Te doy para que me des, haceme y te hago. Nadie tiene a quien quisiera. Hagamos alguna vez una última fiesta para decirnos que nos amamos sin amarnos.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Cuento del día 11, del mes 12, del año 13

Dicen que auguraba un sabio de aquella extraña y remota civilización alada, que cada vez que ocurriera en cada siglo el fenómeno numerológico de que llegue el día 11 del mes 12 del año 13, ciertos caminantes de extremas latitudes del orbe sentirían un particular escozor. Sin saber que pudiera existir algo parecido a un país, y menos que se llamara Argentina, y menos que menos que hubiera una ciudad llamada irónicamente Buenos Aires, el sabio creía que determinados seres que habitaran por aquí en esta particular fecha, sufrirían sensaciones repentinas y en un instante podrían querer volar hasta alcanzar el pájaro más lejano, o estirarse para guardar algo de cielo en el bolsillo, o colgarse de gigantescas cuerdas nocturnas para jinetear sobre el cuarto de luna. Qué explicación podían tener estas actitudes, preguntaron los fieles oyentes que revoloteaban sobre el sabio muy cerca del suelo verde, donde descansaba el vidente sus majestuosas alas. Ese día del 11 12 del 13 –dijo el brujo- los va a incitar a que la escalera prosiga para que llegue pronto el 14 y más rápido el 15, y enseguida el 16, y así sucesivamente y con más urgencia para acabar de una buena vez con el año, que los tendrá hastiados, agobiados, desvencijados, y sin embargo también ilusionados. Porque aunque se comporten demencialmente, esas raras criaturas serán, su vida entera, fervorosos anhelantes de utopías.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Once pisos

No tengo casi aire, la vista se me enferma con tanta pudrición del ego, en parlantes hablan o en televisión, son importantes, miden, célebres, ya está, basta, se acabó esta sociedad enferma, siempre lo mismo, el mismo ruido, autos por todos lados que trasladan confortable la muerte, motos de los nuevos esclavos, rápido va la muchedumbre, empujándose, sin tocarse...
Sin embargo tuve treinta segundos, un poco más, demasiado menos, de tu piel sedante, de tus envolventes ojos, del dolor dulce de saberte insuficiente para calmarme este dolor, para calmar eso que vas a ver cuando ya no seas esta combinación exacta de un conjuro de constelaciones. No aspiro más que a mirarte, tu inocencia en el abismo de las lágrimas me da el último sermón de la belleza ensayada. Casi que no puedo creer que sobrevivan almas así, en medio del incendio de los infiernos.
Se abre la puerta del ascensor. Ella se va y sonríe.

martes, 3 de diciembre de 2013

Tormenta

Se vuelan las nostalgias, ya no queda nido que sobreviva al recuerdo; la tormenta viene bien para despeinar el futuro, chapalear entre las ilusiones caídas. Siempre a volver empezar lo que nunca empieza. El mundo es violento y cruel aún sin tormenta. Se podría aprovechar el remolino e ir a parar a cualquier parte. Donde nadie sepa quiénes somos, ni nosotros mismos. Y andar descalzos, sin pensamientos, mojándonos en la lluvia o abrazados al sol. Tanta muerte, el dolor, la injusticia, los gritos, la histeria, el dinero, las posturas, las composturas, las obligaciones, los gobiernos, los bancos, el dinero, los autos, las ciudades, la tv, la radio, los diarios, toda esta realidad que nos hace marchar las horas y no vivirlas, podría desaparecer, olvidar que ha existido, y por fin ser libres, tan libres. Y que vengan todas las tormentas que quieran que las recibiremos encantados y cantando, sin que nada más nos hiera en ese mañana que no llega...