sábado, 7 de diciembre de 2013

Once pisos

No tengo casi aire, la vista se me enferma con tanta pudrición del ego, en parlantes hablan o en televisión, son importantes, miden, célebres, ya está, basta, se acabó esta sociedad enferma, siempre lo mismo, el mismo ruido, autos por todos lados que trasladan confortable la muerte, motos de los nuevos esclavos, rápido va la muchedumbre, empujándose, sin tocarse...
Sin embargo tuve treinta segundos, un poco más, demasiado menos, de tu piel sedante, de tus envolventes ojos, del dolor dulce de saberte insuficiente para calmarme este dolor, para calmar eso que vas a ver cuando ya no seas esta combinación exacta de un conjuro de constelaciones. No aspiro más que a mirarte, tu inocencia en el abismo de las lágrimas me da el último sermón de la belleza ensayada. Casi que no puedo creer que sobrevivan almas así, en medio del incendio de los infiernos.
Se abre la puerta del ascensor. Ella se va y sonríe.

No hay comentarios: