sábado, 19 de abril de 2014

Esperando a Alcón

Un monumento de actor, un alma bella y sin fondo, un bondadoso, buen compañero, tan inteligente, verlo a él era ver a la cultura corporizada, a la gran sensibilidad en zapatos.
Una de mis mejores notas se la hice a Alfredo Alcón, para Al Margen, una revista de cultura y política que yo editaba a puro pulmón. Me recibió como si recibiera a The New York Times; hablamos en la platea del teatro Andamios más de dos horas. Fue increíble: los espectadores –estaba haciendo “Esperando a Godot”- empezaban a entrar, y los dos seguíamos en las butacas a pura charla. Hubo tan buena onda que nos vimos algunas veces más.
Pero eso es anecdótico. Uno lo que se dice a sí mismo cuando muere alguien como él, es que no hay reemplazo, que la existencia no da reemplazos, porque hay seres únicos y únicos en lo suyo. Está de más decir que Shakespeare se vino de las postrimerías del cielo para recibirlo.

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