martes, 8 de marzo de 2011

Mujer


De qué sirve el viento sin tus alas.
Me cobijas, mujer, te amé tanto que ya no puedo, me cohíbe tu incesante claridad.
De todas la maneras te miré, mujer, de pollera y pantalón, de desdicha y con flor, fuerte, vigorosa, seductora, imposible.
Por algo venimos de vos y hacia vos vamos. No tiene sentido más que tu canto, tu voz cuando ríe, esa piel soberana a la que no hay más que rezar: para que no se acabe, no sea rugoso rigor, nos permita la última caricia. Qué raro es verte hermosa en dramas, qué raro es verte madre, obrera, dirigente, empresaria, puta si quieres, y al rato como que no pasa nada. Dueña del que se cree dueño, dueña de todo, como la naturaleza que el hombre cree que domina, y cuando se le antoja se hace jardín, y cuando se cansa se convierte en tempestad y trueno.

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