miércoles, 3 de febrero de 2016

Feroces esperpentos

En unos pocos días, algo ha sucedido en esta comarca cercada por ríos, pampas, mar y llanura. Hay una nube horrenda y negra que ha descendido demasiado sobre sus habitantes hasta turbarles la realidad, su concepción. De repente se desconocen entre ellos y otean a lo lejos brutales aunque desdibujados enemigos: algunos van vestidos de uniforme, otros van de finos sacos y esmeradas corbatas. Parecen venírseles encima todo el tiempo como zombies incomprensibles que todo tocan y todo destruyen. 
Hay sin más un fantasma pérfido que niega sin césar arriba de su cuello infinito las 30 mil desapariciones de una dictadura de sus congéneres, mientras lo acompaña bamboleante un ánima con tapiz frondoso de soborno a quien llaman Majul! desde una central de la infamia de estos seres que enloquecen a los vivos. Ellos se agrupan en plazas y parques para evitar morir comidos por estas bestias, como esa que ostenta su cara espantosa de un solo rictus malvado, que siempre va intentando hacer equilibrio para poder aplaudir represiones y a sus gendarmes lunáticos, que gustan alimentarse de la sangre de los niños villeros.
Un Ave de Lluto y de rapiña vuela alzada hasta posarse en el ministerio de la Cultura, donde se fornica sin descanso a su novia de tres tetas a cambio de una tarifa alta en salario público, mientras centenares de humanos son picoteados por sus cuervos siervos hasta que dejan sus despachos y entonces son arrojados a las fieras del mercado.
Pero los sobrevivientes saben que hay que tener cuidado con tropezarse a ella, la reina madre del Senado, que en su silla de ruedas rueda veloz y sin freno por las calles vomitando ñoquis todo el tiempo, empujada por parientes sudorosos vestidos con pesos pegoteados de apuro, mientras la esposa del paje maestre Majul muestra su flamante ascenso colgada de la silla y cruzándole las piernas una y otra vez.
Al fondo de todo camina un perro sobre las ruinas rosadas…

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