lunes, 14 de junio de 2010

Feliz cumpleaños, Guevara

-Se me acaba el mundo, Che, y estoy naciendo.
-Qué joven eres. Qué fantásticas esas venas de azul enjundioso empujando tu piel impecable. Los músculos que se asoman sin llamarlos, la sien que late por simples disparates, la sangre como un volcán sólo por pensar unos pasos. ¿Qué haces conmigo aquí en mi derrumbe oloroso, en mi ocaso, en mi fatalidad tan vulgar de saber que seré muerto? Vete rápido que soy una causa perdida. Inflámate en tu potente revolución de deseos y sudores, derrama tu química flamante y sin medio uso para estremecerte en sensaciones que serán, ya verás, irrepetibles. No veas tan pronto el ocaso que está en todas las cosas.
-Yo río por naturaleza, Ernesto, pero mis padres lloran. Yo canto y el mundo gime. ¿Cómo tan veloz la voluntad se marchita? ¿Qué es lo que hace el tiempo con la gente? ¿Cómo puede ocurrir que alguien que supo apostar besos por llegar primero a abrazarse a aquel árbol, apueste luego infinitas riquezas para quedarse con todo del que llegó segundo?
-Eres joven y te rebelas porque es tu naturaleza. Pero los tiempos de ahora son espantosos, y la maquinaria del poder del hombre ya se liberó con masacres, humillaciones y bombardeos de pobreza para imponer su rutina miserable de acumulación y de vacío intelectual. Lo esencial para los forajidos que controlan cada sucursal del planeta es tenerte a ti envuelto entre las camisas de fuerza de la impotencia, el desgano, la falta de oportunidades. Sin juventudes plenas, vigorosas, creativas, los poderosos diagraman en plenitud y sin contratiempos sus corruptas panaceas. Tú les sirves, pero débil y apático, y sólo aceptan que te predispongas al individualismo, porque de a uno es fácil llevar de las narices. Y después de que les recogiste las sobras de su nueva fiesta, te sientan frente a una pantalla para que el operativo de desactivación de tus neuronas reciba el impulso final. Qué más quieres que te diga. Yo en tu lugar resistiría porque todo vale más que muerto en vida. Toma la lanza de una ilusión, ábrete el pecho y cobija todos los afectos que puedas porque ésos pueden amortiguarte las primera caídas. Rasca si puedes hasta la piedra para indagar y oler los sentidos de todas las cosas, aprende y sé inquieto, que en cuanto te sientas y te pones un rato complaciente, el sistema te enlaza. No bajes la cabeza ni para peinarte el flequillo, y di lo que sientas con todas las letras, porque nada es tan verdadero como lo que dicta un corazón joven.

(Extraído de la novela "Sueños tardíos con el Che")

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya compré el libro. Gracias, Martín.
GL