jueves, 11 de noviembre de 2010

La noche antes (mi despedida a Paul)

Me siento raro después de despedirme de Paul. Con una melancolía que me abraza y que anoche lagrimeaba junto al piano del amigo en Let it be, mientras mi cabeza era una película pasada de revoluciones, en la que me veía niño, adolescente, riendo a carcajadas entre abrazos con mi madre; haciéndome más amigo de mi padre cuando se resignaba con gusto al sonido fuerte de mis parlantes Turner; escuchando con admiración a mi primo Gustavo, que rasgueaba su guitarra criolla y aparecían muy parecidas a las originales las melodías beatles. Es como que quedé más solo, como si ahora sí debiera resignarme a la adultez: se acabó la vida en llamas, esa que me dio felicidad pero también quemó todo alrededor. Porque uno es de la generación que llegó tarde a todo, inclusive al Paul potente de su juventud, a los mismos Beatles. Porque en los ’60 yo era un pibe que apenas me despabilaba en los potreros con una pelota remendada; y en la agonía de esa majestuosa década recién comenzaba a vibrar con la cercanía de una mujer bailando un lento en un “asalto” vespertino. Recién promediando los ’70 descubrí a Los Beatles, pero ya no estaban. Me abracé con furor a su música y andaba bailando y cantando pero mi primo no lo hacía más y mis viejos envejecían sin avisar. Cuando dejé de bailar porque hasta Paul no cantaba, entendí que se alteraba el sol, que oscurecía de día. Tarde, como acostumbra mi generación, me dí cuenta por qué eran insistentes mis sueños con sangre.
La vida después fue otra con el amor, los hijos y el trabajo; un hogar, una casa, un proyecto a medio terminar pero aquel sedimento tardío de la música y el dolor me transformó en el sabio de hoy que nadie atiende: estoy lejos de los jóvenes y no soy anciano.
Fue un “largo y sinuoso camino”, es cierto Paul. Yo sé que no volverás, porque ahora, recién ahora, ya nadie puede engañarme. Y me pesa la noche de ayer, a tus 68 años viniste a recordarme todo lo que pasó, pero también a decirme que la “gira mágica y misteriosa” se va acabando. Mis viejos ya no están, mi primo Gustavo es uno de los treinta mil desaparecidos, y yo, Paul, te juro, me quedo mucho más solo con tu partida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La belleza de Paul, de los Beatles. La belleza de tus sentimientos.

Daniel Mecca dijo...

Impactante, Martín, cada letra es precisa, necesaria y triste. A no aflojar. Un abrazo grande, para que no estés tan solo. Mecca.

Juan Pablo Estévez Miranda Kenny dijo...

Increíble, aunque seas del Dracagón escribís bárbaro! Me gustó mucho tu comentario, yo sentí muchas cosas también, capaz desde otro lado. Igualmente, lo más importante, es que pude ver el concierto al lado de mi papá -un ferviente admirador de los Beatles, que logró inculcarme su mística, y mis amigos. Una noche de emociones que me sirvió para plantearme (y replantearme las cosas de la vida). Una de ellas, es que me gustaría llegar a los 68 como Paul, haciendo lo que me gusta e intentando disfrutar a cada momento, porque la vida es corta y nunca sabemos que puede pasar, por ejemplo, lo de Linda, cuando cantó My Love me puse a pensar que el tipo perdió a lo qué más quiso y siguió batallando. La muerte está a la vuelta de la esquina, cuando me pesque, desprevenido o no, quiero tener muchas historias para contar arriba.
Un cálido abrazo, te apreció mucho y es un gusto poder compartir el día a día de la redacción con vos.