jueves, 7 de julio de 2011

Por favor, no vuelvan a votar a Macri


Hace cuatro años que me da vergüenza ser porteño. Espero que no sean ocho los años de espanto continuado, porque sería insoportable para mi dignidad y mi identidad. Mauricio Macri es la mueca exacta del desbande humano. De la rotunda decadencia de la especie, a la que se rasca un poco y no hay nada debajo de esa apariencia de lujos y poses. Mauricio Macri es un iletrado a pesar de su título de ingeniero. No puede apartarse de su discurso dictado por una tropilla de asesores, porque me juego lo poco que tengo, que sus lecturas no habrán ido más allá de las páginas deportivas. Cómo el jefe de gobierno de la ciudad, de mi ciudad, de la metrópoli de tanta fama de culta y orgullosa, va a ser un tipo que descrea de la educación pública, que ningunee a pobres profesores de los talleres barriales, el que cierra todo el tiempo que se le canta el Teatro Colón. La Buenos Aires de mi vida toda, siempre se jactó de maleva pero servicial y gratuita para educar y curar. Pero ya ni ofrece curitas en la ferocidad de este chico bien por aniquilar los hospitales de adultos y de chicos. Escuelas y hospitales tiritan de frío porque Mauricio les corta el gas mientras se muere de risa con sus funcionarios del Cardenal Newman frente a pomposos hogares a leña. Los cuerdos habitantes del Borda no pueden creer la locura de su intendente de abandonarlos a su suerte. Pero es que nadie les informó que Macri gobierna sólo para Barrio Norte, Recoleta y Puerto Madero, porque para él quienes mejor están en sus cabales son los de dinero.
Qué extraño virus invade el cuarto oscuro de mis vecinos que votan a Erman González, a De la Rúa, a Macri. Esta Buenos Aires maltratada, robada y humillada suplica piedad a los votantes. La puedo escuchar apenas asomada entre la basura, hundida en un bache, y atascada en el tránsito.

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