lunes, 11 de febrero de 2013

Explosión

La vida es un estrago. El instinto de vivir para saber que pronto seremos esclavos de una máscara, de la píldora y finalmente de la caja que será tumba ardiente o cemento. No hay nada más que hacer que divagar. Entender poco o casi nada en cada instante, jugar, emborracharse, reírse de nada o de todo, pegarle a la sombra en soledad por tanta desgracia y salir si se puede indemne para abrazar a la lluvia. No tiene sentido el esfuerzo de andar. Si andar es chocar siempre contra el abismo, y hagas lo que hagas serás polvo y olvido, y mientras tanto en la vida van llegando cuotas de fatiga porque la juventud madura enseguida, y es la adultez humanidad, luchas, desprecio, desechos y espantos.
No hay demasiada razón para vivir, y la única forma de ser feliz, intoxica. Qué pronto estas líneas se habrán borrado, para qué escribir, pararse, despertar, y ya no alcanza intentar amar si el corazón es uno mismo, un músculo fatigado.
Religiones y políticas, pontificados, gobiernos, tinta siniestra escrita, pantallas, televisores, nada han dicho de que somos nada, un monstruo superior titila en la corriente para que nos creamos para siempre. Nadie jamás ha dicho que nos abracemos y lloremos juntos este destino impuesto. De qué sirve ahorrar, juntar, acumular, simular, aparentar, si eso es un crimen sobre el crimen de nuestra naturaleza. Corramos si es que podemos tan plantados que estamos frente al monitor para poder darles un beso a los que arrastran con sangre expuesta un carro lleno de nuestras inmundicias. Démosle el pedazo de pan que nos guardamos en el bolsillo para morir juntos como corresponde.
Ser humano es un sacrificio que ha inventado vengativa la genial y vasta tierra. Es una venganza de ella. Aunque sigamos tratando de que muera con nosotros, la tierra sigue. Y hay en sus fondos carcajadas de lo que uno creía que era.

No hay comentarios: