miércoles, 11 de septiembre de 2013

Mis queridas maestras

Todos hablan y dicen que el 11 de septiembre recuerdan el atentado a las torres gemelas en Nueva York. Habrán leído Clarín, habrán visto TN. Yo sé que el 11 de septiembre son dos cosas, o tres: el Día del Maestro; el doloroso bombardeo a la Casa de la Moneda en la capital chilena y la heroica resistencia de una grande de la historia como Salvador Allende: y este… en la calle 11 de Septiembre tuve un amor…
Pero enamorado enamorado siempre estuve de maestras. No pude dormir en tercer grado porque esa maestra –Gabriela, creo que se llamaba- me quería siempre en primera fila porque yo era liero y porque además creo que nos queríamos, y cualquier cosa que decía buscaba mi aprobación, y yo asentía a todo y ya desde entonces miraba las piernas de las mujeres, que en el caso de mi maestra de tercer grado, eran muy lindas cruzadas con medias negras. Después en séptimo casi me muero de amor con la maestra que me tocó, Francis, creo (es que estoy un poco grande),que por esas cosas torturantes de la vida, le daba por divertirse mezclando palabras de nuestro rudimentario lenguaje con un seductor francés. Dios mío, justo en esa época Chunchuna Villafañe hacía una propaganda en la televisión en la que decía ¡guau! por una determinada lapicera y también utilizaba algunos seductores modismos franceses. Así fue que en mis noches de insomnio Chunchuna y Francis venían a consolarme.
Pero también estuve enamorado de mi madre maestra, que de guardapolvo almidonado me acurrucaba cuando podía, y muchas veces me llevaba a un costado de su escritorio, frente a la clase, porque no tenía con quién dejarme. Me llevó a embarrarme en villas o en barrios de trabajadores, cuyo mayor orgullo era traerme ese mate cocido al hijo de la señorita, con un pedazo de pan que ni se atrevían a tocar de la cooperadora. Y además, también, me casé enamorado con una docente, particular, distinta, hippie, de plástica, artista, pero que encontró en la docencia su modo de vivir, de sobrevivir, de divertirse y finalmente de sentirse plena, elaborando planes culturales que nunca estaban en las anquilosadas curriculas.
De qué me van a hablar… Aún sin ser docente, puedo decir que la docencia es llevada a cabo por empedernidos personajes que saben que van a combatir en una batalla perdida. Es que el sistema no quiere que le gente se eduque mucho, y menos que lo haga bien. Pero ellos van, donde sea, en las villas, en las fronteras, en medio del campo, transitando la ciudad demente, corriendo riesgos en comunidades donde la violencia es la única directora.
Otra vez hagámosle un homenaje. A pesar de que siguen padeciendo abandonos, desconsideraciones. Pero ahí están. Llueve o truene, con sus guardapolvos blancos y apenas unas monedas en el bolsillo.

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