jueves, 8 de octubre de 2015

Hablando con el Che, a horas de que vuelvan a matarlo


Te están por asesinar de nuevo Ernesto, y la injusticia crece enarbolada, y no hay socialismo que triunfe, salvo el mismo amor que con un amigo tuve por una amada. El hombre se lame solo, y dan otra vuelta a la llave donde se asfixia la quimera.
Ya veo a los mandados de la tiranía universal descerrajar la bala. Te mataron para que todo sea lo que es, desigualdad, privilegios, cúpulas bajo cristales y si vieras los demasiados rostros que al obrero traicionaron. Mejor mirar la punta del fusil, Guevara.
De todas maneras, Ernesto, hay quienes atesoramos tus enseñanzas, aún solos como vos en Argelia, y resistiendo en esta selva boliviana. En mi sangre sangra tu lucha y denosto al que tu recuerdo usa, falsedades convincentes sobre la imposibilidad de tus cenizas.
Lamento Ernesto los liderazgos que en tu patria se derimen: hablan como si no fueran los dueños del propio aire, tienen millones y van a los pobres a ofrecerles flores. Sé que la humildad se marchó contigo, son aprendices sin deseos de aprender, enanos que no crecen mirando tu estatura.
La revolución es hoy un partido de fútbol, Ernesto. Lo mejor que pasa es negociar, como negocia tu segunda patria con la traicionera potencia americana. Sufres apantallado con las banderitas del imperio y de la mentira vaticana, que siempre pone su sello al momento de claudicar.
Ernesto querido, mejor que ni sepas de las fortunas que conviven con los que mandan, vos que ni auto oficial querías. ¿Pueden guardar tanto los que trabajan para los que no pudieron guardar nada? Por qué no le dan sus riquezas a los gobernados, sé que dirías. Es hora de ir reparando.
El capitalismo, tenías razón, está acabando con la humanidad. Hay quienes quieren más y se la pasan pasando en cómo hablar mejor, ver mejor, viajar mejor, disfrutar mejor, ostentar mejor, pero la soledad al final astilla, y tras los cielos del vacío la realidad vuelve, embalsamada de pastillas.
Trato de tener tus valores morales, Ernesto. La vida en sociedad, entonces sabrás, se torna complicada. Pero creíste y con tu permiso te vuelvo a copiar, que la ternura se empeña de veras y es compañía que de pronto, aún entre siniestros y su carnada, estira la mano a acariciar.
Hasta la victoria siempre, Che, otra vez y otra vez. Si fuiste realidad no tengo por qué resignarme a que todo sea furibundo caer. Si memoria presente sos, la resignación tendrá que deambular herida. Nuevos compañeros estarán naciendo para parecerse a vos al menos un poco.
Seamos como el Che, y el mundo, o al menos el nuestro, será otro...

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