lunes, 26 de enero de 2009

El fútbol nació en Corea y murió en Gaza



Se miraron y se sintieron absurdos. Habían pasado casi medio siglo sin mirarse. Los más jovenes estremecieron cuando descubrieron que eran pura mentira ciertas líneas de manuales, y algún discurso de gobierno que hablaba de diferencias y superioridades. Se miraron y vieron con asombro que en el Sur no era verdad que la gente corría al dinero, y que reía sólo cuando los billetes hacían cosquillas en el bolsillo. Se miraron, y no se vio al Norte obligado a imaginar: no había robots marchando de rojo ausentes de emoción. Se miraron hasta con esos mismos ojos rasgados por tanto Oriente, se tocaron esa misma piel crepuscular.
La gente de Corea del Sur y Corea del Norte anda con ganas de volver a ser sólo coreana y lo gritaron, cuándo no, en una cancha de fútbol. De eso ya hace hoy un año. Como otra guerra dictada por la sinrazón y por "esos locos con carné" que suelen mandar, nació la incomprensible división de 1953, y hubo una frontera inventada y fortificada hasta el colmo, miles de familias tironedas y separadas, y la pelota rodó mucho menos, claro, y unos jugaron al "que llega primero es rico", y otros "al dale que somos iguales ante los ojos del Buró". Pero aquella vez, hace un año, 70 mil coreanos desprovistos de puntos cardinales no cantaron himnos en el estadio mundialista de Seúl, mientras las selecciones de Corea del Sur y de Corea del Norte salían a la cancha tomadas de la mano. Fue 0 a 0, claro, y tal vez por primera vez en la historia universal del fútbol, el público alentaba con idéntica pasión los ataques de cada equipo.
Ni "dale el Sur ni dale el Norte" cantaba la gente, coreaban "jo kuk tong il", que quiere decir "patria unificada". El fútbol generoso permitía otra vez el derecho a la alegría, a la ilusión, y ofrecía de nuevo su teatro para que los actores que nunca reciben papel se expresen, griten a los gobiernos que cambien, y para, como en este caso, hasta que les permitan volver a mirarse.

En la Franja de Gaza, hubo un día reciente que los bombardeos israelíes parecían rebotar contra los sonidos del viento. Sólo había viento, el cielo se limpiaba de pestes y humo, y a un grupo de futbolistas profesionales palestinos se les ocurrió retomar su oficio. Decidieron cumplir con un partido postergado. Cuando el primer tiempo se iba con un entretenido 1 a 1, de vuelta las descargas. Las bombas israelíes hundieron la cancha, y dos de los 22 jugadores se hundieron para siempre también. Sólo por querer jugar. El fútbol esta vez no alcanzó.

¿Habrá alguna vez un Israel-Palestina, Palestina-Israel?
El bien y el mal definen por penal...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que buena nota, que desastre la guerra. Ah, y que buen blog

Anónimo dijo...

Si hay temas controvertidos y posturas "des-encontradas" este es un claro ejemplo. Y los intereses interesados nos quieren llevar para un lado. ¡Qué difícil ser equilibrado! ¿Se puede?

Ludovica dijo...

Qué buen final!

A quién castigarán hoy en lugar de los culpables???