martes, 30 de marzo de 2010

Edda

Hoy me crucé a Edda por la calle Paraguay. Sí, a la Bustamante, con ese apellido que a mí antes me parecía una representación de sus pechos erguidos o no, pero sensuales, muy sensuales, puro derrame de pezón. Pero la pobre Edda que vi hoy lo único que derramaba era pena. Casi escualida y caminando despacio para no tropezarse con la desidia de Macri hecha escombro de vereda. Iba con evidente angustia de ir, la cartera haciéndole vaivén en su mano como si fuera a revolearla lejos, y atrás ella entera. Acepto que cuando la vi traté de simular no verla para casi llevarmela por delante y capturarle algún perfume de esos que nos imaginábamos mezclados en sus sábanas. Pero esta Edda que vi a la mañana en la ruidosa calle Paraguay de los consultorios, no olía, no atendía. Taquitos, pantanloncitos negros, camisa negra ajustada, bien breve, queriendo su placard intentar de nuevo la seducción con transparencias superpuestas. Pero Edda no era. Hombros caídos de pena, y apenas las dos arrugas en aquel frente sensual que ganó grandes combates frente a batallones mejor provistos. Edda iba por la calle sin ver para que la viéramos. Insiste en sus mensajes sutiles. Era seducción y verdad con apenas una voz y un gesto. Caminando ausente por el ruido de la ciudad, ahora nos reclama silencios.

1 comentario:

martin sanchez dijo...

Esta es la versión corregida de Nada II. Disculpen la anterior, disculpen ésta.