viernes, 14 de agosto de 2015

La tragedia argentina


Andan mojados, embarrados, ofendidos, de nuevo olvidados, marginados, se sienten descarte, que no son, que no cuentan. Del otro lado del muro, los de buena posición gozan de sus lagos y piscinas. Más allá, donde se estrella la gota en el fino cristal, en los de mejor posición aún, los políticos, se maldice esta lluvia enferma que corta toda aspiración de descanso en Europa, Punta, Pinamar, o en el propio spa de la casa. Y más allá de más allá, en el medio de las inmensidades de una tierra que no debería pertenecerle, el terrateniente fuma conforme su habano frente al ventanal, mientras mira como su canal ilegal manda el agua a donde ni le importa.
Desde apoltronados sillones vuelven a contar cuánto ha entrado  por la exportación de ese herbáceo transgénico que ha tirado a los tirados a la vera inmunda de cada río, cada arroyo, expulsados de sus campitos donde supieron plantar maíz, tener alguna vacas y un chancho gritón, y gallinas y trabajo y futuro. Todo el país plantado de soja para que los chinos la coman, y acá se queden sin comer tantos pequeños campesinos, mientras la tierra se retuerce de dolor fumigada por Monsanto y mata al que se le acerque.

La lluvia voraz, nos mostró otra vez la tragedia argentina: el notable desprecio de la minoría acomodada, por el resto…       

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