De niño no era feliz, pero mi piel encendida disimulaba. Uno
debería ser niño y perro para ser inconsciente de la felicidad. ¿La adultez será
ser el precio de haber sobrevivido? Vamos
pagando con la decadencia del cuerpo y del espíritu. No entiendo por qué no me
parió la abuela de mi perra. La familia es un cuento de la religión, la sangre
roja la tenemos todos, y los genes malditos son de humanidad. El día es demasiado
largo para seguir vivo. Uno se aburre de ser uno. Benditos sean los que actúan
y son otros, aunque ser otra persona es
el doble de dolor, porque digamos la verdad, en general y casi en particular
los hombres y las mujeres somos malos, egoístas, materialistas, necios, sobrevivimos
aturdidos en ciudades violentas con antifaces y auriculares, y si podemos nos
vamos hacia el amor, como consuelo, pero puede ser peor. El amor apenas es un apego
repentino y después es tolerancia, es que es mejor estar acompañado que solo, dijo
el eslogan, y ahí andamos, sin saber
cómo soportarnos. Nada de lo que hacemos tiene sentido. Shakespeare no se
enteró de lo que hizo, y tampoco Einstein y menos Van Gogh. En un par de siglos
ni de ello se acordarán. Y están los imbéciles
que roban el poder y se creen astutos por despojar al semejante. En cualquier
momento serán jaula cremada… Yo creo que lo mejor es partir con nuestro perro,
qué más, nada más verdadero. ¿A quién querés más, a fulana o a tu perro? ¡A mi
perro!
Mañana voy a volver a despertarme en un lugar que no me
gusta. A que no me dejen otra vez hacer lo que me gusta. Tengo que llevar mi
cuerpo a algún lado y no sé para qué. Tengo desconfianza y temor, temo a la
gente, y lo peor es que insiste en ser única y transcendente en un planeta casi
hinchado de polvo.
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