lunes, 29 de agosto de 2016

Sala de espera

Ha echado sus pesadas anclas y la esperanza se detuvo en mi camino. La valentía de no morir al despertarme se va esfumando con la tarde de otro día perdido.

Hay desmoronamientos y sus polvos se resisten a un viento sanador: parece ser que siempre habrá un cercano epílogo y un atento dolor estirando sus brazos

Las noches ya no me invitan a conocer su sabor, destapan estrellas, brindan amaneceres, las lunas resplandecen en otros cielos. Yo cada tanto soy un relámpago, lejano.

El mundo gira demasiado rápido y yo ando quieto. No detecto las líneas del horizonte. No puedo verle los porvenires al futuro, sólo abundan mí vista los absurdos de lo importante.


Voy mientras enfriando mis manos, acomodando mis huesos, desalojando mi último pensamiento. Con el corazón en terapia nueva, me siento en el sillón a cobijarme con la nada, a esperarlo.     

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